Ésta es la historia de la fresa chilena

La próxima vez que comas una fresa te preguntarás si es de origen chileno.
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Probablemente la mayoría de las fresas que has comido en tu vida vienen de Chile. Esto puede sonar un poco exagerado, sin embargo, de acuerdo a datos de un investigación de la BBC, la mayoría de las semillas de las fresas son mapuches.

Según el relato, Carlos III de Francia recibió como regalo una fuente de fresas al cual el monarca bautizó a la familia como fraise en agradecimiento. Las francesas son muy pequeñas y brillantes, de hecho, las bayas son familiares de las rosas.

Tiempo después, Luis XIV envió a uno de los descendientes de la familia a una expedición al nuevo mundo y aunque se llevó la semilla de la fresa mapuche, éstas no dieron frutos como se esperaba. La variedad es conocida como quellghen o kellén, una variedad muy grande, oscura, carnosa y súper jugosa.

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Pero no fue hasta que el botánico Antoine Nicolas Duchesne, descubrió cómo hacer que estas dieran frutos en suelo parisino. Las fresas mapuches se polinizaron con una variedad estadounidense que también se había intentado plantar. El acontecimiento causó gran revuelo en Europa y tiempo después se popularizaron a nivel mundial, ya que las frutillas estadounidenses de igual manera eran mucho más pequeñas que las chilenas. Al híbrido se le bautizó fragaria ananassa o fresa piña por su aroma.

Aunque su origen no es claro, ya que existen variantes de fresas endémicas en Australia, Los Andes, África y Medio Oriente, las fresas que se popularizaron por su gran tamaño a nivel mundial son definitivamente las chilenas.