Cuarentena Baking: la panadería que inició con un horno tostador

Con un horno Hamilton Beach que compraron a crédito, horneaban e intercambiaban postres. Esta es su historia.
brownies, galleta, lotus, Kinder

Si en algo nos hemos graduado en estos últimos meses, ha sido en “gastronomía creativa”. Cocinamos con lo que tenemos a la mano y, de alguna manera, hacemos que funcione. Desde un flan hecho con molde para bundt, un pastel con yogur y frutas que había en el refri, hasta brownies con almendra molida y un pastel de chocolate sin harina. Así fue como nació Cuarentena Baking, una panadería-postrería que comenzó a manera de pasatiempo para los artistas Andrea Ferrero y David Ayala-Alfonso y que se convirtió en un éxito en redes sociales.

Como todos, Ferrero y Ayala comenzaron a hornear durante los primeros meses de la pandemia por Coronavirus para matar el tiempo. Con un horno Hamilton Beach que compraron a crédito, horneaban e intercambiaban postres con sus amigos más cercanos. El tiempo hizo lo suyo y abrieron su cuenta de Instagram. Amigos de sus conocidos pedían probar sus creaciones y fue así como los clientes y seguidores crecieron de manera exponencial. Sin saberlo, Cuarentena Baking estaba a punto de viralizarse.

¿Qué venden?

Su menú varía, por lo que hay que estar al pendiente de sus publicaciones. Sus productos estrella, como el blondie de Lotus, el brownie de Kinder, la galleta rellena de Nutella y su pastel insignia con la leyenda “Pinche Covid”, son de los más solicitados por los usuarios. Trabajan con insumos de calidad, como la mantequilla, la crema de galletas Speculoos y el chocolate, lo que se refleja en el producto final. La curaduría de sus redes, el logotipo, las recetas y sus diseños salen de la mente de ambos.

¿Dónde encontrarlos?

Por el momento, Cuarentena Baking se encuentra de vacaciones pero estén pendientes de su regreso a partir del 11 de enero. Además, ya tienen habilitada su página web para pedir en línea y, a partir del 16 de enero, habrá pop-ups los fines de semana en zonas al sur y norte de la Ciudad de México con sorpresas y más postres para los que —créanme— vale la pena formarse por más de una hora.