Intenté hacer un flan sin flanera y este fue el resultado

Unas latas de leche y huevos fueron los básicos para hacer un flan casero muy improvisado, pero reconfortante.
flan

El antojo de algo dulce y reconfortante en la tarde nos invade constantemente a mi madre y a mí durante la contingencia. Así que, en las últimas semanas hemos experimentado con algunos postres rápidos, entre ellos su receta de flan.

Desde hace unos meses le había pedido que me enseñara a hacer flan. La verdad a mí nunca me ha salido bien, así que lo evito. Pero esta cuarentena estoy decidida a dominarlo, y como lo hice con el quiche, lo practicaré hasta el cansancio.

Así que una tarde que ambas tuvimos libre, nos pusimos manos a la obra. En la alacena había todo lo necesario: 1 lata de leche evaporada, 1 lata de leche condensada, azúcar, un paquete de queso crema, extracto de vainilla y 6 huevos. Teníamos todo menos flanera. En alguna de la limpiezas profundas de la casa, la regalamos.

Ante la adversidad, hay que ponerse creativas. Vaciamos el estante de las ollas, decididas a encontrar una solución. Después de varios intentos (y muchas ollas atoradas entre ellas, por aquello del baño María), terminamos con un molde para bundt (ese que parece flor y tiene muchos surcos), una cazuela de barro chaparra y dos ollas Le Creuset para hacer el baño María. Reventábamos de la risa, ¿quién hace un flan en un molde de bundt?

Llenamos 4 dedos de agua en las ollas naranjas y encima colocamos el molde de pastel y la cazuela chaparra, serían dos flanes. Mi mamá puso todos los ingredientes en la licuadora y a mí me encargó hacer el caramelo con 3/4 de taza de azúcar para cada flan.

Yo ya había hecho caramelo antes pero me había costado una buena quemada en el brazo. Así que, reacia pero segura lo hice y lo puse inmediatamente en los respectivos moldes, se enfrío muy rápido y se endureció en los surcos del molde de pastel, eso me preocupó un poco pero continué. Mi mamá sólo se reía, ¿qué podíamos hacer? era el postre más improvisado que habíamos hecho. Pero no importaba, porque al final del día era nuestro invento y de los errores se aprende.

Una vez listo el caramelo, pusimos la mezcla de flan encima del molde con azúcar, prendimos el fuego muy bajo, tapamos las ollas y esperamos. A los 20 minutos destapamos las ollas para ver el avance, el flan del molde bundt tenía buena pinta y nos sentimos seguras. Pero cuando abrimos el segundo molde, parecía una alberca de huevo cocido. Ni modo, no había más que esperar a que se cociera bien y después ver el resultado.

Después de 45 minutos, apagamos el fuego. Procedimos a quitar las tapas y a desmoldar. El del bundt se desbordó de arriba cuando lo volteamos y el otro ni se diga, lo tuvimos que sacar a cucharadas.

Técnicamente era un desastre. Pero con positivismo lo pusimos en un recipiente de vidrio y lo cortamos en cubos medianos, como si se tratara de una gelatina de mosaico, cubrimos muy bien con el caramelo que sobraba en los moldes.

El sabor fue realmente bueno y no había rastro de hoyuelos que indicaran que se pasó de cocción (lo cual pensamos que seguro tendrían). La textura era tersa y el caramelo estaba en su punto. Grata sorpresa. Y aunque no era un flan como tal y en forma, descubrimos que se pueden hacer flan bites con un poco de creatividad.

Sin duda, fue una gran enseñanza por dos cosas: la primera es que en tiempos de pandemia es posible cocinar lo que te propongas (con muchas ganas) y la segunda es que con la tecnología tan avanzada, tal vez es mejor que pidas una flanera por internet y te olvides de problemas.