Recetario para la memoria: madres cocinan para sus hijos desaparecidos

La fotógrafa Zahara Gómez Lucini, trabajó con las Rastreadoras del Fuerte, en Sinaloa, para producir un recetario con los platos favoritos de los hijos que ya no están.

Cuando Mirna Nereida Medina Quiñónez se siente deprimida, compra una sandía. Esta fruta le recuerda a sus hijos, Diego, el más pequeño y que ya se casó, y Roberto, el que ya trascendió, al que buscó por las vías del tren hasta encontrarlo. Eran tres en su hogar. Cada uno quería quedarse con ese cuenco acuoso que se forma con la cáscara. Ninguno se la acababa, terminaban comiéndosela a mordiscos. El juego era lo importante.

Mirna es la líder y fundadora de Las Rastreadoras Del Fuerte, un grupo de mujeres que rastrea a sus hijos desaparecidos en Sinaloa. “No buscamos huesos, buscamos tesoros”: así se presentan. Tienen ese objetivo. Todas son una familia y no se separan: siguen unidas en cada hallazgo. Esta madre buscó en montes y descampados durante cuatro años, de 2014 a 2017. Le decían “la loca de la cuadra” porque salió con machete y pala en mano. Ella dice que ahora son una bola de más de doscientas señoras: ya han encontrado a 50 de sus familiares y también a 200 desaparecidos aún sin nombre.

Zahara Gómez Lucini, fotógrafa documental, conoció a Las Rastreadoras en su cercanía con el tema de desaparición forzada. Se quedó en sus casas, las acompañó en su vida cotidiana y en sus travesías: miércoles y domingo hacen búsquedas; lunes y viernes, exploraciones. Dedican su energía a esa labor, con sus recursos y uno que otro apoyo civil para gasolina e hidratantes. Ella compartió desayunos, comidas, cenas, lágrimas, charlas, risas y así, con el tiempo y la confianza, supo que la cocina era uno de los espacios más significativos en el cual tenían presentes y vivos a sus amores. La comida es la manera de hacerles un homenaje profundo a quienes faltan.

Así, en 2018, se empezó a cocinar “Recetario para la memoria”, a fuego lento, con cariño y paciencia. Todo el equipo involucrado en este libro apostó por la libertad editorial, por la auto edición. Enrique Olvera de Pujol, Eduardo García de Máximo Bistro y Óscar Herrera de Flor de Nogal aportaron su revisión gastronómica y recursos para su impresión. Ahora solo esperan que se reanuden las actividades públicas después del confinamiento provocado por la pandemia para poder presentarlo con la algarabía que implica. 

Zahara Gómez Lucini

Por el momento, lo ofrecen en su página web. El 50% de las ganancias que se obtengan de su venta se darán al grupo de Las Rastreadoras, quienes no le deben nada a ningún gobierno ni organismo oficial, más bien al revés: reclaman justicia y acción de las autoridades, pugnan porque sus historias no se repitan, porque sean visibles. “Cuando vean el recetario vamos a mover corazones. Tengo la seguridad de que la sociedad, que otras madres, se unirán cada vez más nosotros y nos apoyarán” dice Mirna, quién considera que Las Rastreadoras han cambiado la forma de pensar de una sociedad, para que se dejé de lado la revictimización y la indiferencia.

La pizzadilla era el antojo favorito de Roberto. Él fue quien la bautizó. Estas dos tortillas de harina rellenas de carne frita y queso, que se parten como pizza y que se acompañan con una ensalada de lechuga y una salsa criolla de jitomate, cebolla y ajo, son valiosísimas para Mirna. Había dejado de hacerla. Cuando la preparó para el libro, sintió que Roberto estaba ahí con ella, oliendo y metiendo la mano en la cazuela como siempre lo hacía para degustar, pidiéndole que cortará la verdura menos gruesa. 

Al recordar cómo nació este plato se ríe y cuenta cómo fue guardando la carne que sobraba de los asados, habituales en Los Mochis y en la región norte del país, para prepararlo. Un día no le alcanzaba para hacer suficientes tacos, así que repartió los trocitos de carne para que rindieran. Los acompañamientos fueron algo que vino después, cuando había un poquito más dinero. Está segura que esa es la mejor comida que le pudo hacer a sus hijos. Mirna siempre marca un lugar en la mesa para Roberto, es su forma de recordarlo, de amarlo y honrarlo. “Cada una de nosotras sintió lo mismo con este recetario. Queremos que prevalezca la memoria de nuestros hijos”, asegura. 

“Nunca pensé que se convertiría en un acto psicomágico, eso no lo tenía para nada calculado. Fue una sorpresa potente”, confiesa Zahara. Lo femenino es parte intrínseca del proyecto, así como lo recíproco y lo colaborativo: cada plato es importante, los ceviches, la cabeza de chivo…. Para esta creadora es vital que la gente menos cercana al tema de la violencia y las desapariciones lo conozca y tenga empatía, pero sobre todo buscan decir que las víctimas no son solo eso sino que son personas que tuvieron un pasado y gente que a diario los extrañan. Las Rastreadoras, dentro del drama la vida, siguen con ganas, con energía de lucha y de combate. Mirna dice que ellas son fuertes. Anima a otras que no se atreven, que tienen miedo y que están sufriendo, a que las busquen. 

Los platos del recetario de la memoria son caseros, propios de la cultura alimentaria de sus autoras, de su contexto. El sabor no está en primer plano sino lo que representa comer y preparar en familia. Fina, otra de Las Rastreadoras, no había vuelto a guisar desde hace muchos años. Son 30 las familias que están en este primer tomo y la idea es que crezca. Lo mejor es que aunque haya 10 tipos de quesadillas, nunca van a ser las mismas, cuenta Zahara. 

“Igual que habitas una casa, donde la vida viene antes que tú y tiene su historia, una receta puede llevar la memoria de alguien y no tiene porque ser complicado o complejo. Sería bonito empezar a verlo desde ahí”, afirma Gómez. Aunque ella también ha trabajado por encargo para revistas de gastronomía, es la primera vez que lo hace desde este enfoque en el rubro. Su reto fue encontrar un equilibrio visual y darle profundidad a los platillos. 

Para esta española-argentina la cocina conecta con algo muy primario e íntimo y es uno de los lugares más sencillos para el querer y el compartir. En su caso, la sardina y el huevo duro son sabores maternales de la infancia y por el lado de su padre le entraña la convivencia interminable de aquellas mesas. Justamente, fue la comensalidad y la complicidad la que unió a las creadoras del “Recetario para la memoria”.

Preparar el almuerzo para los tuyos es algo que disfrutas porque la comida une. Hay otro platillo que me encanta cocinar y es un frijol con maíz al que le llamamos gallina pinta, que es como un pozole de frijol. Se guisa bien rico, con chile y cebolla, y se sirve con tortillas de harina con queso y una salsita picosita. Lo puedes ir sirviendo como desayuno, como cena, como quieras”, comparte Mirna. 

Roberto era un joven 21 años: nunca estuvo en la cárcel ni detenido, narra Mirna. No fumaba, no tomaba, no se drogaba ni era traficante: solo le tocó estar en un lugar equivocado, con la persona equivocada. Todos los desaparecidos duelen y nadie tiene derecho a quitarles la vida. “Ya no vivimos, medio vivimos y lo que vivimos es para buscarlos porque si no, no lo hace nadie”, finaliza. Este recetario es una vía para que el duelo se convierta en un mensaje que busca unirnos a nivel humano, para entender que cada realidad requiere cercanía y que lo comestible es una ruta poderosa para la comunicación, la libertad y el amor.

El libro está disponible en esta dirección y tiene un costo de $480 pesos.