Si te gusta el vino, seguramente te has encontrado con la variedad siciliana más popular y más plantada en esa región italiana: la Nero dAvola. De esta cepa es posible encontrar tintos, desde los más ligeros hasta los corpulentos y estructurados, además de algunos rosados. En cuanto a calidad, también hay un poco de todo; las opciones que apenas cumplen y las que sorprenden. Pero la realidad es que Sicilia, la segunda zona productora más importante de Italia después de Puglia, es mucho más que la Nero dAvola o de su vino de postre más conocido, el Marsala: es la celebración de los productos locales, el esfuerzo de los productores por rescatar variedades que se habían quedado en el abandono y, sobre todo, es vivir el vino desde el respeto y la cotidianidad.
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Para entender sobre el vino siciliano y la cultura alrededor del fermentado en esta isla, platicamos con Roberto Curiel, importador de vinos italianos (y franceses, españoles, alemanes, austriacos y portugueses) para la distribuidora Terra e Mondo, que desde el 2002 ha traído a México caldos de gran calidad, mismos que Curiel logra poner en mesa de los consumidores a pesar de que su precio no es el más accesible, gracias a los viajes que hace a Europa para seleccionar los mejores productos.
Curiel nos contó que, efectivamente, el vino siciliano más popular en México es el Nero d Avola, que también es la variedad más plantada en Sicilia. Pero existen otras variedades autóctonas súper interesantes. Entre las blancas podemos mencionar a la Grillo, la Carricante y la Minella, además de la ya bien conocida Chardonnay. Y entre las tintas están, por supuesto, la Nero d Avola, la Syrah, la Nerello Mascalese y la Nerello Capuccio, además otras internacionales como la Cabernet Sauvignon.
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Pero imaginar una vista panorámica de la vitivinicultura siciliana no es cosa fácil; estamos hablando de 3,000 años de producción y alrededor de 65 variedades autóctonas.
Entendiendo los vinos sicilianos: el terruño
Para empezar, hay que hablar de la isla: Sicilia se puede dividir en 24 subregiones, cada una es una DOC o DOCG. Pero para simplificar, podemos imaginarla en el Norte, el Sur y el Etna; esta última es una de las zonas más interesantes por estar cerca de un volcán; el suelo aporta mucho a los fermentados. Y también contribuyen las manos que vinifican: las y los productores que han buscado rescatar variedades que habían quedado en el olvido, mientras que se preocupan por producir copas más interesantes: más calidad, y menos cantidad.
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En la isla de Sicilia el clima es mediterráneo. En general llueve poco; unos 550mm al año; apenas lo suficiente para que las vides sobrevivan. Y, como hay pocos ríos, el riego se complica. Pero los productores sicilianos saben que hay vientos que siempre vienen acompañados de lluvia: el Sirocco y el Maestrale.
El terruño de Sicilia se caracteriza por ser montañoso; esto ayuda, gracias a la altitud, a aportar frescura y a aumentar el diferencial térmico (es decir, los grados de diferencia que existen entre el momento más frío y el más cálido del día). Y como en una misma zona hay distintas altitudes, los productores pueden obtener expresiones distintas de la misma variedad, como la Nero dAvola.
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Curiel explicó que por el calor, Sicilia da vinos robustos. Por eso, los productores usan un método de conducción llamado arberello, que ayuda a que las uvas estén más frescas, pues crecen debajo de las hojas, y la sombra las protege de las altas temperaturas.
Del terruño también depende la cultura alimentaria siciliana, que está íntimamente ligada al consumo de vino, arraigado por completo a la vida cotidiana. El especialista nos explicó que Sicilia, siendo isla, está rodeada por mar, por lo que la alimentación gira en torno a las conchas, los pescados y el pulpo, por eso la producción de vinos blancos es muy importante, pero también hay mucho cultivo de puerco y embutidos, que armonizan perfectamente con los tintos., puntualizó.
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Las regiones productoras
En Sicilia existen 23 23 DOCs (Denominazione di Origine Controllata) y una DOCG (Denominazione di Origine Controllata e Garantita). Imaginar esto es un mundo; en cada zona existen diferentes variedades autorizadas, tiempos de envejecimiento, rendimientos permitidos y densidades de uva plantadas por hectárea. Pero todas esas DOCs y la DOCG están comprendidas dentro de una sola Denominación de Origen: Sicilia, que abarca tanto a las variedades autóctonas como a las internacionales, como Chardonnay, Merlot y Cabernet Sauvignon.
Variedades autóctonas
En Sicilia hay variedades que seguramente ya conoces, y otras que no has probado jamás.
Uvas tintas
Nero d’Avola
La más plantada y la principal en los tintos, cuyo nombre se traduce como negra de Ávola por el color de su hollejo. De esta cepa podemos esperar aromas a frutos negros y rojos, regaliz y notas a tierra mojada. En boca, puede ir desde un tinto ligero hasta uno más potente, dependiendo de la región y de las manos que la produzcan. La Nero dAvola crece en todo el territorio siciliano, pero el resultado en copa depende del terruño (puedes probar expresiones completamente diferentes dentro de la DOC Sicilia). Una de las zonas productoras más importantes para esta uva es el sureste, cerca de Siracusa: Cerasuolo di Vittoria DOCG.
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Nerello Mascalese
Esta variedad resulta en copas de aromas delicados a cereza, con taninos estructurados y notas que recuerdan a un encuentro entre un Pinot Noir y un Barolo. Aunque popular, esta variedad no es tan plantada en la isla, y el territorio en donde es más común es el Etna. Por eso, la Nerello Mascalese tiende hacia la mineralidad, y puede encontrarse mezclada con Nerello Capuccio en las DOC Etna y Faro.
Frappato
Esta variedad, un poco menos común, tiene aromas a cereza, frambuesa y flores. Como el color que se puede extraer de ella es poco y su sabor es muy delicado, generalmente se mezcla con la Nero dAvola en la DOCG Cerasuolo di Vittoria. Esta cepa participa en uno de los vinos sicilianos más famosos: el Marsala, un vino de postre, pero recientemente se ha aprovechado para vinificar tintos secos. Y sí, puedes encontrar fermentados que la usan como base, principalmente en la provincia de Trapani, cerca de la región de Marsala.
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Variedades blancas
Catarratto
Esta cepa es la más plantada de las blancas y, como se ha cultivado desde hace miles de años, ya tiene varios subtipos y clones. Se caracteriza por su rica acidez, aromas salinos y notas a melón y durazno. Los mexicanos catalogaríamos a estos vinos como refrescantes y playeros (atributos también positivos en Sicilia). Esta variedad también participa en el Marsala, pero con ella se pueden hacer también blancos secos. Crece sobre todo en las regiones de Trapani, Palermo y Agrigento, al suroeste de Marsala y al este del Etna.
Grillo
De la mezcla de la Zibibbo (Muscat de Alejandría) y la Catarrato nació la Grillo, una variedad con aromas frescos a durazno, manzana y maracuyá, entre otras frutas que quizá te recuerden a una copa de Sauvignon Blanc. Los vinos hechos con Grillo pueden encontrarse jóvenes o con paso por barrica (como ocurre con la Chardonnay). Esta variedad clásica siciliana se dejó de producir entre los 50s y 60s, cuando se comenzó a vinificar en volumen. Como la Grillo no tiene un rendimiento muy alto, se quedó en el olvido, pero hay varios productores que están intentando rescatarla, y vaya que lo han hecho bien.
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Carricante
La Carricante es una variedad poco común, pero importante para la DOC Etna Bianco. Su acidez y aromas recuerdan a la Riesling; es una cepa que se encuentra, sobre todo, en el Etna. Tiene notas a manzana, naranja, y minerales. Produce vinos secos y con una acidez importante. Lo más común es encontrarla mezclada con Catarratto.
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El vino siciliano en números
24, 683 hectáreas de vid plantadas había en Sicilia a finales del 2021.
7,902 era el número de viticultores en la región.
530 bodegas embotellaron vino en ese año.
719, 212 hectolitros producidos, es decir, 96,255,770 botellas.
6% creció la producción vinícola con respecto al 2020.
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Los vinos sicilianos de Terra e Mondo
De la mano de Roberto Curiel, conocimos algunas bodegas sicilianas. Una de ellas es Feudo Maccari, ubicada muy cerca de África, en el sur de Sicilia. El vino de entrada es Olli, un Grillo que hicieron con esta variedad recuperada. Para un ejemplo del Grillo con paso por barrica está el Family & Friends, un fermentado del que solo elaboraban 500 botellas Magnum al año, hasta que el ex editor en jefe de Wine Spectator, James Suckling, les dijo que no podían dejar al mundo sin esa joya, por lo que lo vinificaron para que llegar a los anaqueles.
También de Feudo Maccari conocimos el Neré, un Nero dAvola de entrada, y el Saia, de la misma variedad, pero con paso por barrica.
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Además, probamos los vinos de Girolamo Russo, uno de los genios del Etna, que está más que especializado en esa región.
De lo que hay certeza es que para entender Sicilia hay que vivirla (y a través de una copa también se vive el mundo). El ambiente de la isla y la comunión cotidiana de los sicilianos con el vino trascienden los confines de lo que genéricamente se llama gastronomía. Allá es una forma de vivir: el vino es el hilo conductor del día a día, y eso se siente en cada botella.
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Vinos sicilianos en la CDMX
Para probar los productos de Terra e Mondo, que son representantes de calidad garantizada, puedes pedirlos directamente a la tienda en línea. Pero para disfrutarlos junto con cocina italiana auténtica, la mejor experiencia la brinda Belforno Ristorante, que ofrece opciones para maridar los vinos sicilianos con entradas, ensaladas, pastas o pizzas. Belforno nació tras la experiencia de 15 años de Belfiore, en Polanco, y se especializan en cocina preparada al momento; desde las pastas hasta las pizzas, todo es fresco.
Dirección: Alfonso Reyes 108, Hipódromo Condesa, CDMX.
Instagram: @belfornoristorante
Terra e Mondo: terraemondo.com
Instagram: @terra_mondo
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