En Los Chorros, una colonia residencial de Caracas, descubrí La Isabela, el restaurante donde vive Eduardo Moreno o, mejor dicho, la casa donde él cocina. Un encargado de la seguridad abre la puerta y me adentro en la típica casa venezolana, con una diferencia: la sala tiene mesas de restaurante. Me conducen al jardín y me encuentro con mi gran amigo de la barba naranja, que me da un profundo abrazo, me ofrece un ron y enciende su tabaco mientras damos comienzo a esta entrevista, o quizás sea mejor decir a esta charla de amigos
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Eduardo, cuéntame un poco de tu infancia
Mi infancia fue normal, entre el Cementerio, -hay que aclarar que el Cementerio es una barriada (risas)-, el Valle y San Martín. Estudié primaria y bachillerato en un colegio agustiniano, a los siete años practiqué guitarra clásica, teoría y solfeo, graduándome a los 15 años como músico y guitarrista clásico. Luego empecé mis estudios universitarios y me gradué como ingeniero civil.
¿En tu casa existía una conexión con la comida? ¿Tu mamá, abuela o alguien cocinaba?
Siendo hijo único de dos padres que tenían que trabajar todo el día, quedaba al cuidado de mi abuela materna que era de Lion, Francia, así que te puedes imaginar cómo era mi lonchera, creo que hasta confit de pato llevé una vez. Yo hacia las tareas del colegio en la cocina, y le ayudaba a pelar las papas, deshojar el romero y todo lo que me dejaba. Tras su muerte yo era el que el preparaba el desayuno y una vecina gallega me recibía con el almuerzo, no sabes cómo amaba llegar a comer empanada, garbanzos y su pulpo.
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¿En qué momento y por qué decidiste empezar a cocinar?
Hubo un momento en mi vida, a mis 29 años, en que me obstiné en tocar por las noches y trabajar como ingeniero. Entonces decidí regalar mi empresa de pisos industriales a mi socio y empecé en la cocina desde cero. Hace 32 años tuve lo que actualmente está de moda: un foodtruck, en una ciudad de Barquismeto. Para ese entonces yo ya estaba casado y con una hija, preciosa y muy pequeña
¿Estudiaste el oficio o eres un autodidacta?
Completamente autodidacta, mi libro base fue la Enciclopedia Salvat de la cocina.
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¿Qué cocineros que te han ayudado y de quiénes aprendiste?
Mi primer maestro fue mi amigo Reison Frioni, quien venía de trabajar con un chef francés que tenía un restaurante en Caracas.
En Caracas, recuerdo que inauguraste Andreas, Shayara, Mandala, La Isabela, Anónimo, y en los últimos años has abierto algunos más, ¿qué te motiva?
Mi mente nunca descansa, siempre pienso qué hacer nuevo, me da fastidio lo convencional. Muy joven monté un restaurante llamado Vlassis de Med, en donde la comida era del otro lado del Mediterráneo: Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Chipre, Turquía y tuve de comensales a personajes como Fernando Trueba o Gustavo Ceratti. Luego abrí un restaurante griego, Andreas, donde bailaban y rompían platos y de ahí salté a Shayará , un restaurante molecular, único en esa época en toda América.
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¿Cómo era Ceratti? ¿Te acuerdas de lo que comió?
Ceratti era un tipo muy sencillo, simpático y amable que te hacía sentir que el artista eras tú. Me impresionó lo accesible que fue conmigo, y para nada un rockstar.
De tus restaurantes, mi favorito es La Isabela, ¿y el tuyo?
Es lógico, porque soy asesor en todos pero solo en La Isabela soy el cocinero y el propietario.
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¿Por qué La Isabela no tiene una carta fija?
Justo por lo que te expliqué, soy demasiado inquieto y nunca puedo dejar de aprender.
Estos cambios constantes te tienen que haber llevado a crear grandes platos, ¿cuáles son los que consideras tus mejores creaciones?
La verdad muchos, pero nunca hago recetas porque, en serio, no las recuerdo.
¿Y tu peor plato?
Las arepas, no hay forma de que me queden bien, aunque ahí me salva mi esposa que no cocina pero hace las mejores arepas del mundo.
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¿Cómo defines tu comida?
La cocina del tramposo, porque uso todos los recursos desde los tecnológicos hasta los tradicionales para engañar los sentidos de mis comensales.
De tus múltiples reconocimientos, incluido el Tenedor de Oro del año 2005 (mejor chef de Venezuela), ¿cuál es para ti el que recuerdas como más importante?
El que de vez en cuando sale de mis comensales.
¿Alguna vez piensas en apagar los fogones?
Si, todas las noches.
Ya se te acabó el tabaco, ¿qué fumaste?
Romeo y Julieta Short Churchill
Un abrazo y mil gracias por tu gastronomía y amistad
Gracias a ti por ser amigo y hermano
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