Trueque y consumo local: cunas del comercio en contingencia

Una red de productores, emprendedores y prestadores de servicios en Xalapa plantea alternativas para sobrevivir, en comunidad, al clima económico de la vida en cuarentena.

“¿Qué pasa si tu comida la empiezas a cultivar?
Y pones a germinar semillas llenas de vida
O si le das acogida al productor regional
buscando que sea local nuestra comida diaria
la economía solidaria, es compromiso social”
– Citlali Aguilera

9:36 am. Rebeca Márquez prepara café. Sirve dos tazas y me estira una con la mano. Hoy amaneció naranja en Xalapa, Rebeca dice que es el color de la alegría. Rebe, como muchos la conocen, es cocinera y emprendedora, un alma vieja que sonríe con la mirada y baila con la comida. Mientras mi café se enfría, ella empieza a trabajar con la masa madre que dejó activada la noche anterior. Dos cucharadas del espeso cultivo, 250 gramos de harina de trigo y agua.

Desde hace 3 años Rebeca es la cabeza de Elemento 4, un laboratorio experimental culinario donde elabora pan con masa madre, conservas y comida probiótica. Su masa está por cumplir 7 años el 12 de Junio. “No sé qué regalarle”  dice mientras sonríe. ¿Qué se le puede regalar a una familia de millones de microorganismos?, pienso mientras le devuelvo la sonrisa y escucho que tocan la puerta.

Yisel cruza el pequeño portal. Saluda. Dos pasos y para. Nos presentan. Ella es diseñadora gráfica, fotógrafa y bailadora. Colombiana de nacimiento y libre por convicción. Lleva cerca de un año en Xalapa, capital de Veracruz. Semanalmente pasa a buscar una pequeña despensa al negocio de Rebeca. Es el pago, a modo de trueque, que recibe por brindar sus servicios a la red comunitaria de productores y emprendedores que conforman el proyecto Consumo Cuidado.

Mientras Rebe cubre la masa madre, lista para fermentar, me cuenta en qué consiste el proyecto. “Veíamos con tristeza cómo muchos negocios no sabían qué hacer y cerraban”, cuenta, sobre las motivaciones de su plan de acción que consiste en el consumo local e intercambio de productos y/o servicios dentro de su comunidad, “usamos el trueque como moneda, programamos horarios de entrega y así solo salimos una vez. De este modo, nuestras necesidades básicas están cubiertas y seguimos generando ingresos”. En este sistema ella ‘truequea’ desde mermeladas de diversos frutos, hasta su pan o la comida que prepara.

Rebeca no para de moverse, cocina el desayuno, atiende pedidos de clientes y amigos por whatsapp, mientras la pequeña pieza de Elemento 4 se sumerge en una mezcla de aromas estimulantes. Sobre la mesa aparecen rebanadas de sourdough bread con chucrut, kefir o mermelada. Huevos, papas, tomates fritos y kombucha de cold brew helada. Un desayuno bárbaro que ha salido de huertos caseros y la buena organización de poco más de una veintena de productores locales, emprendedores y prestadores de servicios.

Al terminar con el festín Yisel se despide y nosotros agarramos rumbo. Acompaño a Rebe por pan dulce y café molido. Otro aspecto fabuloso de Consumo Cuidado es que la red está organizada por células —de negocios o prestadores de servicios— a partir de su cercanía. Así, solo caminamos 6 minutos y llegamos al Café Jasón.

12:03 pm. Alejandro Jiménez sale de prisa, casco en una mano y un pedido en la otra. Se trepa a su Piaggio LML modelo 2008. Pásenle, están en su casa, ya vuelvo —dice mientras arranca—. Ale, para los amigos, es un apasionado de los libros, la comida y el café. Es padre de Lucio, de 4 años. Abrió Jasón en septiembre del 2018 con el firme propósito de servir tazas de café que expresen lo mejor de cada cereza zongoliqueña.

Nacido en Los Ángeles, California, Ale es disciplinado, minucioso y entusiasta. Esto se nota en su constancia de abrir la cafetería todos los días a las 8:59 am, en el tiempo que se toma para calibrar la máquina de la que salen tazas de espresso  y en la voluntad que tiene para sumarse a movimientos que apoyan el consumo local, o cualquier cosa que tenga que ver con el beneficio de la comunidad.


“El consumo local y utilizar el trueque como modo de intercambio de productos o servicios no es nuevo para nosotros” me platica Alejandro por teléfono después de disculparse por demorarse más de lo previsto. “La contingencia vino a obligarnos a voltear hacia nuestro entorno y los productos locales. Entender que somos nuestro mejor mercado y debemos crear una economía solidaria”.

En Café Jasón el trueque de productos es un hábito. Aderezos, jabones, salsas o gel antibacterial (entre otras cosas), pueden cambiarse por café molido o en grano. Pido un macchiato. Cremoso, dulce y ligeramente ácido. Me encantó.

1:18 pm. Caminamos poco más de tres cuadras. En La Pana, el aroma a pan recién horneado te seduce cien metros antes de llegar. El equipo está conformado por 9 personas en la panadería y 7 universitarios que andan “canasteando” (vendiendo) el pan en sus facultades.

“Tenemos que valorar y reconocer el origen” comenta Sandra Campos, gerente de La Pana desde hace 6 años. “La cocina es historia, y estamos en el momento justo para ser parte de ella. La gastronomía debe mudarse al consumo del producto local, respetar el ingrediente y conocer el proceso desde el origen hasta que llega a las manos del comensal”.

Pruebo un bigote de chocolate y es fabuloso. Desearía tener otro macchiato a la mano. Sandy pone en una bolsa un par de panes más para que los lleva a casa y comparta. Natalia, la vendedora en piso, toma un pan y le pido hacerle una foto. Sonríe por los ojos. Es increíble sentir la fuerza que emana de una sociedad cuando está completamente unida. Seguimos el camino. Toca recoger algunos frutos y huevos en nuestro siguiente destino.

2:11 pm. Sael Bernal nos recibe mientras se prepara para impartir una clase virtual de zapateado en La Casa de Nadie, un centro cultural pensado como modelo de autoempleo. Aquí todo es de todos y de nadie. Artistas van y vienen encontrando un espacio de expresión donde pueden ofertar talleres o realizar exposiciones siempre al alcance de todo el público.

“Más allá de la plata, hay un compromiso por el arte, por la vocación” me platica Sael. “Debemos valorar el conocimiento y sobre todo compartirlo”. Ellos intercambian arte por donativos, comida o especie que puedan a su vez intercambiar por otros productos o servicios. Cultivan en su huerto orgánico tomate citlali, chayote, hoja santa o tomate verde. Unas gallinas los proveen de huevo y la cosecha de frutales los ayuda a intercambiar por conservas u otros insumos.  Rebeca me indica que es hora de irnos. La bamba suena al fondo como asegurándose de que no se me olvide lo bello de Veracruz.

Llegamos a Elemento 4 y es hora de despedirme. Agradezco a mi anfitriona por tomarse el tiempo de darme este maravilloso recorrido. De camino a casa pienso en el día. Reflexiono sobre cómo es que la misma naturaleza nos enseña a compartir y que el coexistir en armonía nos hace más fuertes.

A 57 días del inicio de la cuarentena, esta comunidad de Xalapeños nos enseñan a no esperar el cambio fortuito del destino o la alineación de la galaxia más cercana, sino hacer accionar la palanca del esfuerzo y voluntad comunitaria. Ellos son la prueba de que un sistema en equilibrio es autosuficiente.