Declaramos, oficialmente, a la limonada como la bebida oficial del verano. Estas son las cuatro variaciones que la hacen todavía mejor para que las tengas en tu arsenal.
Un twist con menta
La limonada clásica se prepara con limones, agua, hielos y azúcar. Si quieres agregar a la mezcla un punch de frescura solo hace falta agregar un par de hojas de menta. Prueba acompañarla con una ensalada mediterránea para tener los sabores del verano en todo su esplendor.
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Macerada
Para esta versión necesitas 8 limones (de preferencia amarillos). Córtalos en mitades, colócalos en un frasco de vidrio, añade 1/4 de taza de azúcar y 1 taza de agua y guárdalos en el refrigerador para que reposen durante una al menos una noche completa. Después, con colador y un rodillo de cocina exprime todo el jugo de los limones en una jarra y añade agua natural o mineral. Si quieres endulzar la mezcla, añade una cucharadita de miel de abeja.
Rostizada
Leíste bien, haz la prueba. En un comal o parrilla asa los limones hasta que estén marcados, exprime el jugo en una jarra, agrega agua y revuelve para incorporar. Por su sabor ahumado esta limonada es ideal para hacer cocteles con mezcal o tequila.
Con jarabe casero
Aunque puedes comprar jarabe en prácticamente cualquier tienda o supermercado, una versión casera siempre le dará un plus a tus bebidas. El procedimiento es muy sencillo: en una olla a fuego medio bajo disuelve partes iguales de azúcar y partes iguales de agua. Deja que se enfríe y agrega al gusto a la limonada en cuestión.
