En la profundidad de una montaña ártica está enclavada la Bóveda Global de Semillas, una estructura monolítica que yace en una isla remota del archipiélago de Svalbard, ubicado en el océano Atlántico, entre Noruega y el Polo Norte. Ahí se conservan, dormidas y latentes, más de 968 mil semillas provenientes de prácticamente todos los países del mundo.
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Arroz, maíz, sorgo, papa, trigo, frijol, cebada, chícharo, haba, lenteja, plátano y camote, entre miles de especies más, yacen en repositorios cuidadosamente resguardados a -18 0C. También están representadas las semillas de raíces y tubérculos andinos, así como aquellas provenientes de árboles de frutos africanos. En esta suerte de Arca de Noé contemporánea, hay más de 122 mil ejemplares de semillas originarias de México.
En nuestro país existen centros de investigación dedicados al estudio y la conservación de la semilla, como el Banco Nacional de Germoplasma Vegetal (BANGEV). Fundado en la década de los 80 bajo la supervisión del doctor Jesús Axayacatl Cuevas, esta colección reside en el Departamento de Fitotecnia de la Universidad Autónoma de Chapingo y cuenta con más de 16 mil ejemplares, entre los que destacan el maíz, el chile y el frijol. El BANGEV es un patrimonio de México. Hemos tenido donaciones de diferentes organizaciones y es necesario mencionar que no todas las semillas se pueden conservar dentro de un cuarto frío. Existen semillas como la del cacao, el mamey, el aguacate y el chayote el cual es un caso extremo que no se pueden conservar de esta forma. Estas semillas se conocen como recalcitrantes, explica el doctor Cuevas.
La Universidad Autónoma de Chapingo busca vincular la conservación de la semilla ex situ con la in situ, colaborando de la mano de productores para compartir estrategias de mejoramiento y salvaguarda de especies en peligro, como en el caso del maíz palomero cultivado por los mazahuas en el Estado de México.
El principal reto que presentan las semillas que alimentan a gran parte del mundo como lo son el maíz, el trigo, el frijol y el arroz -entre otras- está en la preservación de su diversidad genética pues de esto depende la capacidad de cada semilla para adaptarse a los cambios climáticos, ahonda el investigador.
Otra institución es el CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo) ubicado en Texcoco, Estado de México. Un centro de estudios con 50 años de trayectoria que distribuye el germoplasma para su conservación a 64 países. A estos esfuerzos se integra también la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, que trabaja dentro de un esquema de intercambio con los Jardines Botánicos Reales de Kew, en Inglaterra.
Finalmente, el Centro Nacional de Recursos Genéticos ubicado en Tepatitlán de Morelos, Jalisco es el único banco en nuestro país que salvaguarda recursos acuáticos, microbianos, forestales y agrícolas, y esta última categoría cuenta con más de 17 mil muestras de semillas ortodoxas (aquellas que se pueden conservar en cuartos secos y fríos).
Palabra clave: Diversidad
En 2010 la FAO calculó que 75 por ciento de la diversidad agrícola se perdió entre el año 1900 y el 2000 debido, entre otros factores, a la implementación de la agricultura industrial de monocultivo y, en años recientes, al cambio climático. Esto quiere decir que el planeta se alimenta únicamente con 25 por ciento de la biodiversidad.
No contamos con un registro puntual de cuántas especies hemos perdido. En Estados Unidos sí se han realizado estudios que cuantifican las variedades de verduras que se vendían en los catálogos de semillas de hace cien años comparándolos con lo que se vende hoy en día. La reducción es de casi 80 por ciento, explica Rafael Mier, fundador de Fundación Tortilla de Maíz Mexicana, un proyecto de conservación de la semilla de maíz nativo en México que aboga también por la defensa de la tortilla de calidad. Creo que nos hemos enfocado en un sistema agrícola basado en mayor producción de alimentos a menor costo y se ha sacrificado la calidad y diversidad del mismo, añade. Para Mier, los bancos de semillas no son la respuesta sino un factor dentro de la ecuación.
La conservación tiene que darse sembrando; además, en los bancos hay especies que están más representadas que otras. Por ejemplo, los esfuerzos para conservar la semilla de chile son escasos y estamos hablando de un cultivo muy importante en México. De nada sirve tener las semillas en cuartos fríos si no se siembran ni se consumen, agrega. A este factor, Mier también contempla que hacen falta iniciativas para educar al consumidor.
El eslabón débil, aquel que está fallando en la cadena de esfuerzos de preservación de semilla endémica, es el consumidor citadino. Si deseamos que se conserven las variedades de semillas tenemos que comenzar por valorarlas, apreciarlas y consumirlas. En el caso del maíz, por ejemplo, rara vez preguntamos qué variedad se empleó para elaborar cada receta de tortilla, señala Rafael.
El Hexágono
La realidad es que la semilla siempre ha sido el sustento alimentario en cada familia desde Mesopotamia pero nos hemos desconectado de la práctica, dice Adriana David, creadora de la instalación pública Jardín de semillas, una pieza que forma parte del proyecto LIMBO: alimento para el futuro, una instalación modular de 300 piezas hexagonales de barro que funcionan como semilleros para más de 15 especies diferentes de hortalizas con distintas variedades.
El propósito es que la pieza sea una infografía para el público y que dé pie a una conversación sobre el tema. Deseamos que cada faro de la ciudad, plaza pública o delegación tenga un semillero, explica. Esta instalación pública lleva al terrero urbano el trabajo que ha realizado durante los últimos treinta años la doctora Guadalupe Ortíz, madre de Adriana, bajo los nombres México Tierra Mágica y Canasta de Semillas.
Adriana diseñó Jardín de semillas para que estos semilleros tengan un guardián: te puedes llevar un módulo de semillas a tu casa. Si alguien te pregunta sobre la pieza responderás sobre su origen y así generamos conversación sobre la importancia de la conservación.
Además, al convertirse en guardianes de semillas, las personas también adquieren el compromiso de plantarlas, explica Adriana sobre la dinámica. Mi sueño es recuperar la conciencia de nuestra soberanía alimentaria; hay que protegerla y recuperarla. Ve al mercado y compra el vegetal más raro que veas, finaliza Adriana, es la forma más inmediata para contribuir a la preservación de las semillas y de la despensa biodiversa del país.