Tenemos que hablar del croissant de Sofitel

El sello de un famoso hotel afrancesado que se respeta.

“Si cierras los ojos, sientes que estás en París” me dice, con un acento muy francés, Sylvain Chauvet. Lo dice con una sonrisa afable —propia del director general de un hotel— pero con la autoridad de quien ha comido croissants toda la vida.

Sylvain ha hablado de las instalaciones del hotel, de la arquitectura, de la fantástica vista —que sería razón suficiente para reservar un cuarto o una mesa—, de los chefs a cargo de la propuesta gastronómica (como Luis Escamilla), de la hospitalidad francesa pero de ninguno con tanta ilusión como del croissant. Un tópico que le ilumina la cara y le cambia la expresión.

No ha terminado la frase cuando ya tengo puestas las manos sobre la canasta del pan —que también tiene pain au chocolat—, seductor por su tamaño, una corteza de tonalidades golden brown y un inconfundible aroma a mantequilla que se queda impregnado en mis manos. La corteza del pan se desbarata cuando lo muerdo y me lleva a un interior esponjoso. “¿Alguien lo quiere probar?” digo —solo por cortesía— a mis compañeros de la mesa. Mientras acerco la mantequilla y la mermelada que posa al centro.

Como muchas otras cosas en Sofitel, al menos en esta propiedad sobre el Paseo de la Reforma, este croissant es tan francés como mexicano. La panadera y repostera—que Sylvain recibe en el comedor con abrazo genuino— es Fernanda Prado, una experta en el mundo de lo dulce y a quien tal vez conocen por su heladería, Gelatoscopio. “Me casaría con ella” bromea Sylvain, solo para seguir “solo para poder comer este croissant”.

Cuando no quedan más que un par de migajas sobre mi ropa, entiendo la emoción de Sylvain y comparto su entusiasmo. No soy la única. De las más de cuatro mil reseñas que pululan en internet, una de las recomendaciones más frecuentes de viajeros —que se han hospedado en Sofitel en alguna de sus varias locaciones por el mundo— es que nadie se vaya sin probar este pan para el desayuno. Es un estándar del hotel. Un detalle que los resume.

Vayan a darse una vuelta por el París del croissant. El pan,  la vista  y la expresión feliz de un hombre francés, lo valen.