Acabamos de comer en Filigrana —el novísimo lugar, con apenas un mes en la colonia Roma— a cargo de Martha Ortiz. Hay tres cosas que nos encantan, desde ya, de su propuesta. La exquisitez de la decoración del lugar es la primera: la vegetación indoors, los detalles cobrizos, un toque urbano —gracias al mural de Cauduro—, el diseño de los platos de cerámica, el terciopelo de los sillones, la luz natural, la barra —inspirada en las andanzas de Martha por Londres—, los uniformes del servicio, el nudo que sostiene las hojas para aromatizar el agua. Nos encanta, pues que les encante cuidar los detalles. 

De Filigrana nos gusta también la comida: mexicana, interpretada con la estética de Ortiz —a quién ya conocen por Dulce Patria—. Volveríamos mañana por las conchas con chocolate amargo, los huevos ‘de pueblo’, estrellados, con salsa de chile mixe, montados sobre una tlayuda. Las gorditas tricolor, rellenas de hongos, tlalitos y queso o la lengua con mole verde, de un marcado sabor herbal. 

Las bebidas, con o sin alcohol, frías o calientes, siempre han sido una fascinación de Ortiz y aquí se nota. Ya sea en chocolates calientes con un twist (como el salado), en jugos de frutas o en cocteles (como el madre mestiza, con pox, leche de maíz y amargo de ruda). En esta temporada, no se pierdan el ponche.