Estos hornos de barro están consolando a los migrantes de la frontera

Mientras esperan la siguiente parte de su viaje, los migrantes en la frontera de México-Estados Unidos usan hornos para cocinar comida que les recuerda su hogar.
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En Casa de la Misericoridia, un refugio en Nogales, México, un recuerdo familiar vuelve a conectar a los residentes con la comunidad. Ruge con calor, alimento y familia.Mantiene la unión a pesar de la gran división frente y detrás de ellos. El horno, un horno de arcilla y hecho a mano, está dando forma a aquellos que alimenta.

Alight, una organización de ayuda humanitaria que trabaja con comunidades desplazadas y marginadas en todo el mundo, llama una herramienta como esta un Pedacito de la Tierra o un Pedacito de hogar. La iniciativa surgió en noviembre del 2020 como resultado de una asociación con Burners without Borders, el reconocido arquitecto Ronald Rael, Hermanas Católicas, y el educador y científico de alimentos Charles Michael, con la intención de restaurar la dignidad y la esperanza de aquellos en busca de asilo. En un cortometraje de Lina Plioplyte y Kai Schoenhals, la introducción del horno comparte una narrativa sobre el pan, la resiliencia, la pertenencia y cómo trasciende la separación forzada. “Puede que sea la comida sea lo que nos conecta como especie humana. Es el alimento más universal de todos”, dice Michel, que fue consultor en el proyecto.

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Dirigido por Rael y Juan Carlos Delgado, un panadero migrante de Guatemala, que solía vivir en el refugio hasta que su asilo fue aprobado. El horno en forma de colmena de dos metros de diámetro se construyó en cuatro días. Su moldura exterior de arcilla y los ladrillos de adobe están hechos por los residentes del refugio con tierra local. El horno se utiliza para cocinar guisados, asar carnes y vegetales, maíz carbonizado, y tiene la capacidad de almacenar 100 piezas de pan al mismo tiempo.

Cuando Rael se unió al proyecto, imaginaba llevar hornos a cientos de refugios al otro lado de la frontera como una forma de activismo, creación de comunidad y participación, de manera que los migrantes puedan reafirmar sus tradiciones. “Ellos son de diferentes países, costumbres, y culturas, pero comparten puntos en común en torno a la comida, recetas, historias, pan, y fuego,” dice Rael, cuyas obras, como la Prada Marfa y el proyecto balancín 2019, humanizan el viaje del migrante. “El horno se convirtió en el corazón del refugio en el que podemos reunirnos y construir algo juntos como comunidad para hacer una comunidad”.

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Foto: Cortesía de Alight

Al igual que los migrantes, los hornos de arcilla han viajado y se han adaptado con el tiempo. El horno de tierra tiene sus raíces en la Antigua Grecia, el Oriente Medio y el Norte de África, antes de llegar al Sur de España. Llegó a América durante la colonización española, cuando fue adoptado por los pueblos Nativos Americanos.

“El horno de arcilla ha mutado y se ha asimilado para conformar varias culturas, tradiciones, y materiales”, dice Rael. “Es un pasaporte que nos permite darles permiso de vivir, en cierto sentido con la tierra y con su comunidad usando el material más humilde para hacerlo, que es en realidad la tierra bajo sus pies”. En la Casa de la Misericordia, dirigida por la hermana católica Alma Angélica Macias (conocida como “Hermana Lika”), el horno es una pieza central donde todos se reúnen como familia. Sin importar de dónde sean los residentes o cuáles sean sus circunstancias, la comida que se cocina en el horno desaparece las diferencias y crea empatía por los demás.

Rael a menudo repite un dicho muy popular de la frontera: “las fronteras nos dividen, pero la tierra nos une”. Si bien literalmente se refiere al paisaje, Rael lo ve de manera diferente. “Estamos conectados por la tierra, y estas fronteras son solo abstracciones o líneas artificiales dibujadas en la arena manifestadas como un muro que en ocasiones dice, esto es aquí y esto es allá”, explica. “Pero la tierra realmente es continúa. Y las culturas son continúas. Y si hay algo interesante para mí sobre hacer hornos de la tierra es que juntan a las personas y nos unen”.

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Alrededor del mundo, el pan aparece en muchas formas. Para Michael, las arepas de Colombia y Venezuela están rodeadas de una intensa discusión respecto al país que pertenecen, pero realmente vinculan dos poblaciones. Para el refugio, los panes unifican a los residentes y la comunidad en general. Una meta es nutrir el horno (el mismo refugio) para que se convierta una pieza integral del área.

Igualmente, Michael cree que un corazón como este puede ayudar a descomercializar los alimentos (uno de los principios centrales de Burners without Borders) y proporcionar un pilar de participación mundial. “A largo plazo, ¿qué pasaría si los hornos, o los lugares de fuego y comida, se convirtieran en una intervención unificadora del espacio público en todo el mundo?”, él prevé. “Estoy pensando en ciudades, devolviendo la comida al centro de nuestras vidas, interactuando con ella, usándola como una herramienta para la conexión humana y la conexión con la tierra”.

Así es exactamente como Alight espera que el futuro de los hornos evolucione. Si los inmigrantes continúan su viaje, los hornos continuarán dando soporte a aquellos que pasan a través como un testimonio indestructible de la humanidad. El horno hizo su migración hace miles de años. Ha abarcado culturas de todo el mundo. E inevitablemente se ha convertido en un pedacito de hogar.

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