La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

Rodeada de países donde el ruido del conflicto parece incesante, Jordania es un latido distinto en el corazón de Medio Oriente. Este pequeño país ha mantenido una estabilidad admirable que no solo se refleja en sus fronteras, sino también en su cultura. Con un espíritu de solidaridad inquebrantable, Jordania ha abierto sus puertas a millones de refugiados, convirtiéndose en un símbolo de hospitalidad mundial

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

Aquí, las tensiones se disuelven como azúcar en té caliente y las fronteras desaparecen alrededor de una mesa servida. La paz se siente en los aromas que escapan de sus cocinas, en la mezcla de especias que flota en los mercados y en la forma en que una familia extiende el pan pita para recibir a un invitado. En Jordania, la comida no es solo sustento, sino un acto de resistencia cultural y una forma de decir: “Aquí hay espacio para todos”.

La cocina de Jordania: un mapa comestible del mundo árabe

Si Jordania se pudiera oler desde el cielo, sería una nube de za’atar, comino y cardamomo. La gastronomía de este país no es solo deliciosa, también es profundamente simbólica. Cada ingrediente y receta es un pequeño testimonio de las civilizaciones que han pisado esta tierra: beduinos, otomanos, árabes y mediterráneos.  



La comida de Jordania es un crisol de texturas y sabores: el cordero que se deshace en un plato de mansaf, la acidez del jameed (yogur seco) y el crujiente de un falafel frito. Jordania no copia recetas; las hereda, mejora y convierte en ritos cotidianos. Y para entender este mundo de sabores, no hay mejor guía que Jumana Ne’mat, una mujer jordana que ha hecho de los recorridos culinarios una aventura sensorial.

Jumana Ne’mat: La brújula del sabor en Amán

“Comer juntos es la forma más sencilla de entendernos”, dice Jumana Ne’mat, una de las creadoras de Amman Food Tours, junto con Lindsay Nieminen y Awad Hajjara (quien falleció en 2022). Para ella, la comida es historia, identidad y, sobre todo, comunidad. Su misión no es mostrarte los mejores restaurantes, sino revelarte la esencia de su gente a través de sus platillos. 

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

Nacida y criada en Amán, Jumana conoce cada rincón donde el sabor no se negocia. “No es la presentación del plato lo que importa—comenta—, es la historia que te cuenta en cada bocado”. Su tour no es lineal, es un viaje entre el pasado y el presente, entre los aromas de la cocina beduina y las manos que hoy siguen amasando el pan a la manera antigua.  

Cucharadas de Amán

El recorrido inicia en Rainbow Street, una de las calles más famosas de Amán. Entre colores y música, sus pisos de piedra vibran con artistas callejeros, cafeterías bohemias y tiendas que exhiben bordados palestinos. Así, llegamos al primer destino: Manoushe Sah el Nom Lebanese Pastries.

En este acogedor rincón se hace la manoush con za’atar, una mezcla de hierbas, semillas de sésamo y aceite de oliva conocida como la pizza árabe. “Es el desayuno perfecto—explica Jumana mientras saboreamos este clásico de la región levantina—. Este olor es infancia para muchos de nosotros”. El primer mordisco es un golpe de sabor terroso y cítrico que se queda bailando en el paladar.  

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

El centro de Amán es un mar de calles estrechas, pero hay un faro que todos reconocen: AlQuds, el lugar donde el falafel es un asunto serio. En la cocina abierta, los chefs forman bolas perfectas de garbanzo y especias, que luego se sumergen en aceite burbujeante. El chisporroteo es un sonido reconfortante y el resultado son pequeñas esferas, doradas por fuera, suaves por dentro. Se sirven en un sándwich con pepinillos, tomate, lechuga y un toque de tahini. Es simple, pero no se necesita más. “Aquí, el falafel no se come, se celebra”, dice Jumana mientras una fila de gente espera su turno a lo largo de la banqueta. 

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

A pocos pasos, el mercado Souk Jara es una ópera de voces, colores, aromas y escenas: un anciano vendiendo semillas de nigella, una mujer apilando frutas secas, un vendedor de dulces que grita sus ofertas. Aquí puedes probar granadas frescas, dátiles rellenos de almendra y los más deliciosos jugos naturales.  

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

El mercado está lleno de tesoros: za’atar fresco, especias molidas al momento y pastas de sésamo. Jumana explica que muchos jordanos compran aquí los ingredientes para el mansaf de los domingos, el plato que une a la familia.  

Si hay una imagen que captura la esencia de la comida de Jordania, esa se encuentra en Abu Zaghleh, donde el pan pita se adhiere a las paredes ardientes del horno. “Este pan no se hornea, se amasa con paciencia”, comenta Jumana. Y se nota. El shawarma, envuelto en el pita, no tiene comparación. Las tiras de carne jugosa se bañan en tahini y se envuelven como un regalo.  

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

La parada en el restaurante Jabri es un punto de inflexión. Aquí se prepara el plato nacional de Jordania: el mansaf. Este emblema culinario se presenta en grandes bandejas de plata, una especie de trono en cuya base descansa una cama de arroz aromatizado con especias, coronada con trozos de cordero tierno y un jameed (yogur seco) que baña todo con su cremosidad ácida.

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

Es el protagonista en bodas, funerales y reuniones familiares porque, en Jordania, la comida no se reparte, se comparte; y Jumana nos enseña a hacerlo como los locales. Sin tenedores ni cucharas. Aquí, las manos son las herramientas. “Para comerlo bien, hay que involucrar las manos y el corazón”, dice Jumana mientras se arremanga.  

Jumana toma un poco de arroz y un trozo de cordero. Lo presiona entre sus dedos y lo compacta en una pequeña bola que eleva con la mano derecha (la izquierda no se usa, por motivos culturales); luego, la pone en su boca. No hay forma de no sonreír. Las texturas y los sabores hacen que cierres los ojos y, por un momento, todo se detiene. “Cuando compartimos comida, compartimos la vida misma”, concluye Jumana tras una pausa para pasar el bocado.

Si no te gustan los postres, después de visitar la repostería de Jabri cambiarás de opinión. Aquí, las vitrinas deslumbran con filas de ma’amoul rellenos de dátiles, baklavas de nueces bañadas en almíbar y knafeh, una mezcla crujiente y cremosa que desafía toda lógica. Los clientes hacen fila para llevarse cajas de estas joyas.  

La tierra de Za’atar: un tour gastronómico por el alma de Jordania
Foto: Erick Pinedo

El tour cierra con un dulce golpe de nostalgia en Bekdash, una heladería con más de un siglo de historia. Se dice que hasta Lawrence de Arabia probó este helado en su paso por la región. La estrella es el helado de Arabia by Nuts, una densa crema helada envuelta en pistachos y anacardos. El contraste entre la dulzura de la crema y la sal de los frutos secos es un final perfecto. “Esto no es un postre, es poesía”, dice Jumana con una sonrisa.  

En un mundo donde las diferencias suelen separarnos, Jordania elige otra ruta: la de compartir. Su gastronomía es otra forma de decir: “Aquí hay un lugar para ti”. De la mano de Jumana Ne’mat, este recorrido nos mostró la esencia de un pueblo que ha encontrado en la comida un lenguaje común. Porque, después de todo, cuando se come juntos, los muros desaparecen.

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