
Sonia Arias encontró en esta ciudad japonesa un balance entre tradición y modernidad, los mejores cuchillos del mundo y un té matcha inolvidable.Creo que en mi otra vida fui japonesa, dice Sonia Arias, sentada frente a una taza de matcha su más reciente obsesión en el comedor de su restaurante Jaso. Lo dice en serio, con sentimiento, con una profunda admiración por una cultura y un destino que la han hecho sentirse en casa.
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Cuando esta cocinera mexicana habla de Japón, y especialmente de Kyoto, el descriptivo lo mejor brota con facilidad en la conversación para describir lo mismo los cuchillos con el filo de una espada samurái, la discreta hospitalidad de los locales, el oficio de los ceramistas, los productos de belleza o el tazón de arroz que se sirve, para honrar a los huéspedes con lo más preciado al final de un omakase. Todo es impecable y tiene un significado. Todo se hace con mucho respeto y orgullo, dice Sonia, que de su paso por este país, Kyoto es la ciudad que le ha resultado más cautivadora: es como el Oaxaca japonés, describe, donde el tiempo y la modernidad no encumbran ni reemplazan las tradiciones y costumbres.
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Kiyamachi sakuragawa (Kaiseki)“Aquí probé un rollo perfecto, que tenía yuba, como la nata de la leche de soya, de lo mejor que he comido en mi vida”.
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Aritusugu (Nikishi Market)“Los japoneses hacen los mejores cuchillos del mundo”.
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