Xcaret o el sueño del lujo en Riviera Maya: una experiencia inolvidable

Una experiencia inolvidable que atrapará tus sentidos y te llenará de placer y sorpresas.

Por Vladimir Balderas

noviembre 8, 2023

Xcaret o el sueño del lujo en Riviera Maya: una experiencia inolvidable

Foto: Vladimir Balderas

Descender del avión del Aeropuerto Internacional de Cancún y trasladarse a Xcaret es percibir los graduales cambios térmicos. El golpe de calor, apenas abierta la puerta de abordaje del avión y haber avanzado hasta la zona de recogida de equipaje, calienta la ropa y uno empieza a desear y a fantasear, no la ligereza de las prendas ni la frescura del ambiente sino el mar. El mar.

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Apenas para el vuelo, el capitán nos pide que bajemos la cortinilla de las ventanas a aquellos que nos encontramos del lado del sol: una rendija de luz de unos centímetros es suficiente para elevar la temperatura de mis jeans que en la Ciudad de México son un básico si uno se enfrenta al frescor de la mañana, pero que aquí son un absurdo para unos visitantes citadinos como nosotros.

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Puente al paraíso. | Foto: Vladimir Balderas.

Pero la pesadez e incomodidad no dura mucho. Xcaret nos recibe apenas salimos del aeropuerto: una chica con un cartel que lleva nuestros nombres nos espera entre una aglomeración de taxistas y nos conduce a la camioneta que nos dejará en las orillas de un fin de semana largo y –aún no lo sabemos–, harto placentero. La camioneta cruza la carretera y los paisajes hervidos de sol y, a ratos, llenos de un denso verdor. Aquí dentro no hay calor y el espacio cómodo permite mirar y dormitar en la total ausencia de preocupaciones.

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Unos 15 minutos después de la desviación que va a Playa del Carmen, giramos a la izquierda y nos adentramos en un camino entre densa vegetación, muros claros de piedra y un camino empedrado a ratos. Cruzamos una caseta de vigilancia, rodeamos una glorieta, vemos pasar autobuses coloridos con techos de palma y serpenteamos hasta que el horizonte se abre en la fachada descomunal del Hotel Xcaret Arte.

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Pirámide del placer. | Foto: Vladimir Balderas.

Un hombre con un thawb o thobe –una túnica árabe y fresca que llega hasta los tobillos y que, de hecho, la inmensa mayoría del personal de servicio lleva puesta–, de color arena oscura abre la puerta del vehículo y nos recibe con una cordialidad y amabilidad que nos hace olvidarnos de cualquier preocupación. Nos pide nuestros nombres y se encarga del equipaje que más tarde llegará hasta la puerta de nuestra habitación. Una chica, unos pasos más allá, nos regala una paleta pequeña para el calor y la sed: escojo una de limón con chía.

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Hotel Xcaret Arte es el segundo recinto en la Riviera Maya de Grupo Xcaret. Es una obra arquitectónica ubicada en una zona frente al mar Caribe, junto a Hotel Xcaret México. Parte del homenaje a los mejores artistas mexicanos y cuenta con 900 suites para personas de 16 años en adelante. Está dividido en edificios llamados Casas: Casa de los Artistas, Casa de la Música, Casa de la Paz, Casa del Diseño y Casa de la Pirámide, donde nos hospedamos. 

La recepción

Una de las cosas que caracteriza a Hotel Xcaret Arte es la diferencia y armonización de los espacios. Son distintos, pero no discrepantes entre ellos, ya sean cerrados, como las habitaciones, o abiertos como las piscinas, van de una función o servicio a la intimidad sin que haya un ruido visual que salte o discrepe: sólo la temperatura ambiente contrasta con la frescura precisa del aire acondicionado. Incluso la paleta de colores, marcadamente terrosa, está bien acompañada con los morados, azules y verdes que saltan.

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Entornos de magnífica elegancia. | Foto: Vladimir Balderas.

Por ejemplo, abrir la puerta de madera y cristal de la recepción (cómo se llama) es meterse en una brisa que huele ligeramente a flores y a hierbas; también es estar en una instalación artística del textil artesanal. Del piso de ladrillo cocido se levanta una altura de cuatro metros en cuyo techo hay una serie de carretes con hilos azules, rojos y amarillos: son lámparas, como en el mejor sueño de un libro infantil. En el extremo derecho de la recepción, en el muro, hay 21 máquinas de coser de una misma época: piezas negras con vivos en dorados sobre un cuadrante de madera. Y si uno se agacha por la mera curiosidad, descubre un centenar de sellos agrupados por semejanzas cromáticas que hacen de la cubierta baja un pequeño mural en bajos relieves.

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En otro extremo, hay huipiles de colores encendidos. Ahí nos registran, piden nuestros nombres, nos dan el número de nuestra habitación y nos colocan una pulsera de hilo acerado con un dije plástico que simula una piedra con una inscripción: todo lo que necesitamos, pues sirve como llave e identificación. “Sígame por aquí, señor Balderas”, me dice Robert, uno de los mayordomos asignado. “Es un placer y un honor llevarlo hasta su habitación”. Todos los detalles están pensados y bien cuidados: no es necesario nombrarlos para notarlos.

La habitación

La perilla del 3021 abre hacia la derecha. A mi izquierda está el closet con espejo, la regadera abierta, el baño, el jacuzzi y el lavabo. Un murete separa este espacio de una cama cuya vista da a una abreviación de sala y ventanal, tras este hay una piscina con hamaca y banca. En la mesa hay snacks y café; en el frigobar, todo tipo de bebidas. Cuento con servicio a la habitación, una televisión que mira a mi cama, bata, toallas y todo lo que requiero para estar ahí, en las mejores condiciones. Robert me reitera su incondicional ayuda y apoyo, y me recomienda dónde comer. Cierro la puerta, suspiro y me tiendo sobre la cama, que parece una nube queen size.

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Comer es compartir. | Foto: Vladimir Balderas.

El Mercado San Juan

La segunda cosa básica que uno busca cuando llega a un lugar, una vez resuelto el techo, es dónde y qué comer, siempre con las dudas y el recelo sobre si estará rico, si será cómodo, si habrá mucha gente, si está lejos… Las aplicaciones de mapas y reseñas son una buena guía, pero falibles. Las dudas y los prejuicios son parte del primer acercamiento y, por fortuna, son frágiles y verificables, no estáticos. ¿Puede un complejo de las dimensiones de Hotel Xcaret Arte sostener la experiencia humana vacacional en todos los detalles y ámbitos? Al parecer sí, y no solo eso, sino elevarlos a experiencias renovadoras como las de Xaak o Muluk Spa.

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Mercado San Juan forma parte de las 10 experiencias gastronómicas que tiene Hotel Xcaret Arte, cada una distinta entre sí. El espacio reúne varios aspectos de un mercado tradicional: la amplitud, la variedad de comida, la reunión de sabores mexicanos divididos en islas de comida típica, las aguas frescas o el olor de las cocinas dentro de una extensión de colores, texturas y formas mexicanas. Cualquier antojo está ahí: tacos, carnitas, chilaquiles, tortas, ensaladas, barbacoa, postres, frutas, pan dulce, chocolate, huevos, pancita, quesos, semitas, frijoles, arroz, salsas, moles, quesadillas, pozoles… Y aunque cantidad y variedad pocas veces casan con el sabor, aquí la excepción fue notable, tanto que durante nuestra estancia repetimos tres veces y ninguna decepcionó.

Celebración mexicana

El motivo del viaje fue celebrar el Día de la Independencia, cerca del mar, en Xcaret. Para ello en el Hotel se organizó una noche mexicana en la que estuvieron 32 cocineras, cada una perteneciente a un estado de la República. Antes de la cena y el festejo, Caloncho como un aperitivo musical abrió la noche en un concierto íntimo, lleno de letras de playa, felicidad y amor, como “Somos instantes” u “Optimista”.

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Tradición milenaria en un plato. | Foto: Vladimir Balderas.

Dejamos el auditorio, caminamos hacia el edificio de la pirámide Xpiral, ubicado en la zona de Hotel Xcaret México, donde será el festejo: un elevador nos lleva de las entrañas subterráneas del edificio a la cima: desde ahí pudimos ver la noche, el principio de la fiesta y la gente que se derramaba sobre el espiral. El edificio tiene similitudes con una construcción piramidal, salvo que aquí no hay una escalera directa que lleve de la base a la punta en línea recta, sino que el camino serpentea circular sobre los costados. Es en ese camino de Quetzalcóatl donde una feria mexicana se abrirá con juegos (canicas, tiro al blanco, lotería, futbolito), escenarios musicales y las 32 propuestas gastronómicas de todo el país.

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No creo que haya habido un estómago que la aguantase completo, pero lo intentamos en el descenso carnavalezco: ceviche de sierra, de Sinaloa, cortesía de Celia Guadalupe Montaño; asado de reliquia, de Coahuila, de María del Pilar Morales; cocido de cabeza, de Sonora, de Nereida Vejar; pescado con salsa de molcajete, de Baja California, de Antonia Torres; empanadas de marlin, de Baja California Sur, de Elsa Esthela Romero; o el tamal de jolochito de cazón, de Campeche, de Juana Segovia; entre otras muchas más.

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Los colores de la riqueza culinaria. | Vladimir Balderas.

Bien comidos, bien bebidos y cansados por la procesión de la gula geográfica llegamos a la base de la pirámide para dar el Grito de Independencia entre mariachis femeninos, cohetes y una aglomeración familiar, festiva y contenta hasta que la humedad del ambiente y la somnolencia del cuerpo nos vencieron. 

Muluk Spa

Si bien todo Xcaret tiene como elemento principal el agua en su manifestación idílica –suficiente por sí misma–, no satisfechos con ello la encapsulan y la llevan a niveles monásticos y purificadores. Muluk Spa está hecho como una metamorfosis física y casi espiritual. El espacio amplísimo está segmentado en salones, consultorios, cabinas, saunas, jacuzzi y piscinas. El sonido del lugar es el de agua que cae. Antes de iniciar el tránsito por el ritual en los diferentes espacios, nos mudamos de ropa, nos colocamos una bata suave y caminamos hacia la sala donde escogeremos el olor que habrá de acompañarnos.

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Para el masaje de 50 minutos nos conducen a una habitación que me recuerda a un capullo de piedra insonoro. La masajista me recibe y pregunta por preferencias, intensidades y zonas del cuerpo. Me deja un momento solo en lo que me tiendo sobre el camastro. La música es el sonido de un cuenco metálico vibrando con lluvia de fondo. Huele a un humo perfumado. Para cuando termina siento que mi cuerpo ha sido molido. Después vendrá una topografía de temperaturas: sauna, vapor, jaccuzi caliente y jacuzzi frío (una electricidad que despierta el cuerpo), hasta finalizar en una piscina que juega con distintos tipos de presiones acuáticas. En los camastros, en tanto, nos esperan con agua fresca, frutos y cereales.

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Ante todo, la belleza de la gente. | Foto: Vladimir Balderas.

Xaak

La misma noche del sábado, nuestra última, visitamos Xaak: una cocina contemporánea mexicana diseñada por cinco chefs del Colectivo Gastronómico de Hotel Xcaret Arte: Roberto Solís, Franco Madalozzo, Paco Méndez, Jonatán Gómez Luna y Alejandro Ruiz; mientras el maridaje está a cargo de la sommelier Sandra Fernández. El nombre del lugar viene de las cestas donde se preservaban los alimentos que pendían en lo alto de los hogares de la civilización maya. El menú de degustación es de siete tiempos: un camino de encuentro y renovación de sabores mexicanos. Por ejemplo, el ravioli de vainilla y café, de Franco Madalozzo, y la ternera con manchamanteles, de Alejandro Ruiz, fueron un culmen entre tanta belleza, placer y disipación. 

Venimos al Hotel Xcaret Arte y la vida nos ha dado un vuelco. No es el lujo, la comodidad, la hospitalidad, la diversión o la gastronomía. Tampoco la arquitectura, el arte, las piscinas, el spa ni su flora. Estar aquí ha sido visitar el sueño del lujo: comer, beber, reír, nadar, caminar, bailar, querer y mirar el mar: solo eso. En el Hotel Xcaret Arte todo está y se está muy, muy bien.

¿Dónde? Kilómetro 282 de la carretera Chetumal-Puerto Juárez, Solidaridad, Quintana-Roo.
Instagram: @hotelxcaretarte

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