Umami: el misterioso quinto sabor
El más misterioso de los sabores intriga porque su presencia es casi como la de un fantasma: no se puede describir con claridad pero nos eriza la piel cuando está cerca. Puede que no lo reconozcamos enseguida como a lo ácido, lo amargo, lo dulce o lo salado, pero su efecto es difícil de ignorar: […]
Por Shadia Asencio
agosto 1, 2018
Foto: Foto: Ana Lorenzana
El más misterioso de los sabores intriga porque su presencia es casi como la de un fantasma: no se puede describir con claridad pero nos eriza la piel cuando está cerca. Puede que no lo reconozcamos enseguida como a lo ácido, lo amargo, lo dulce o lo salado, pero su efecto es difícil de ignorar: nos hace salivar y fisiológicamente produce una sensación similar a cuando algo nos encanta. Su último truco es quedarse por largo tiempo en el paladar como si se tratara de un holograma.
El responsable de haberlo puesto de nuevo sobre la mesa después de siglos en el cajón polvoriento del olvido, fue el japonés Kikunae Ikeda. En 1908, el químico y profesor de la Universidad Imperial de Tokio, sintetizó el alga kombu –uno de los ingredientes base del caldo japonés intrigantemente delicioso llamado dashi– y descubrió en sus moléculas una potente concentración de glutamato. Ikeda bautizó esa cualidad con una palabra derivada de la expresión umai que puede significar desde “sabroso” hasta “carnoso”.
A este descubrimiento se le sumó el de Shintaro Kodama, uno de sus discípulos, que notó que las hojuelas de bonito seco eran una fuente rica en otro tipo de umami: el monofosfato de inosina (IMP); Akira Kuninaka, por su parte, encontró que los hongos shiitake contenían otra variación de umami, el monofosfato de guanosina (GNP).
A pesar de que estos hallazgos tienen más de medio siglo, apenas hace un par de décadas que el súper poder que tienen algunos ingredientes de concentrar grandes cantidades de ácido glutámico o cualquiera de sus derivados, fue reconocido como el quinto sabor.
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