Soy gerente de un bar y el Covid-19 ha alterado permanentemente mi sentido del gusto

Siete meses después de dar positivo, los licores añejos todavía me saben muy mal, casi como una piña hecha de cartón.

Por Jonathan Lind, como le contó a Oset Babür

octubre 22, 2020

Soy gerente de un bar y el Covid-19 ha alterado permanentemente mi sentido del gusto

Foto: Nathalie Black

Recuerdo con increíble claridad los primeros días después de que di positivo al Covid-19: el 18 de marzo, mi novia y yo estábamos preparando un kit de HelloFresh a base de camarón que simplemente… no me sabía particularmente bien. A los siguientes dos días, me dio fiebre y estaba totalmente exhausto. Dos días después, los restaurantes de Nueva York cerraron.

Decidimos pasar un lapso indeterminado en la pequeña casa del lago que mi familia tiene en Texas. Todos recordarán que Nueva York se sentía como el lugar más aterrador del mundo entero. En el camino hacia el sur, la comida rápida era la única opción a lo largo de la interestatal, y cada vez que nos deteníamos a comer, pensaba: “Esto no sabe muy bien”. Pensé que eran sólo los resabios de sentirme enfermo, o tal vez era la emoción de viajar por carretera 16 horas durante dos días seguidos.

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Adelantémonos una semana y media después. Nos instalamos en el lago y comimos Whataburger, que es la mejor hamburguesa de comida rápida del país (lucharé con cualquiera que diga lo contrario). Estoy muy familiarizado con estas hamburguesas y, sin embargo, esta hamburguesa tenía un sabor realmente extraño. Una semana después, tomé una Coca-Cola Light y sabía casi como un producto cosmético lo haría. Tenía una característica química realmente desagradable y, lo peor de todo, es que esa sustancia era lo único que podía saborear. Aparte de eso, todo era insípido, insípido, insípido. Todavía podía experimentar las sensaciones básicas de ácido, dulce y salado, pero no había ningún matiz en nada. Si alguien me hubiera dicho que había romero en una bebida, hubiera dicho: “Claro, si tú lo dices”. Fue tan extraño.

Eso duró unos dos meses, justo mientras estuvimos en el lago. La primera vez que noté que regresaba algo del sentido del olfato, fue por unas flores que crecían fuera de la casa y que tenían un increíble aroma a durazno, diferente a todo lo que había olido en toda mi vida. Traje a mi novia para verlas. Yo estaba en plan: “Tienes que olerlos. Esto es increíble”. Y ella dijo: “No huelo nada de lo que estás oliendo”. Fue entonces cuando me di cuenta por primera vez de que no sólo estaba volviendo mi sentido del olfato y del gusto, sino que estaba desarrollando un superpoder pésimamente escrito. Empezaba a ser capaz de oler y saborear cosas que no estaban allí, y estaba captando sabores con los que otros no estarían de acuerdo.

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Como gerente del bar Crown Shy en el Distrito Financiero de Nueva York, obviamente mi alteración del sentido del gusto y el olfato significa mucho. Siempre que huelo cítricos — cualquier cosa que tenga una calidad cítrica real o falsa— huele a jugo de limón extremadamente oxidado. Tengo que pasar por un proceso de filtración psicológica para entender algo que mi cerebro reconoce como repelente y decir: “Eso realmente no está ahí. No te preocupes por eso”.

He hablado con otras personas de la industria que temporalmente perdieron sus sentidos por el Covid, y obviamente todos están muy emocionados de tenerlos de regreso, pero no conozco a nadie que haya dicho: “Oye, pero ahora que puedo oler, percibo una cosa extraña en este whisky. Hay una cosa extraña en los plátanos que huelo”. Esa parte ha sido un descubrimiento en solitario, y ahora que los restaurantes han vuelto a abrir y tenemos un poco más de tiempo para hablar entre nosotros de “máscara a máscara”, hemos compartido más información sobre nuestras experiencias. 

Es un gran fastidio. Mis notas de cata siempre han sido un poco extrañas, pero ahora, los licores añejos saben a piña hecha de cartón. Hay algo tropical en ellos, pero también notas muy polvorientas y un poco mohosas, lo que obviamente afecta mi placer en todas esas cosas. Los whiskies y rones añejos eran de mis cosas favoritas en todo el universo, y ahora simplemente es como: “Puedo beber vodka”.

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Ahora que vamos a hacer nuestro primer cambio de menú desde Covid —el verano se trató menos de la creación y más de sacar bebida en plan de supervivencia— tengo que lidiar con todo esto cada vez más. Soy muy afortunado porque hemos construido un equipo extremadamente colaborativo a mi alrededor. Ahora, traeré algo a la mesa que me sepa bien, y alguien de mi equipo podría decir: “Honestamente, es terrible. Vayamos en esta dirección”. Pero, ya sabes, lo harán muy bien. Es enorme.

Muchos de mis colegas se enfocan en las bebidas, y no puedo decir que eso no es un gran problema para mí, pero sé que lo que me despierta por la mañana y me entusiasma de esta industria no me ha sido arrebatado. Las herramientas con las que puedo influir en esas cosas se han modificado un poco. Se me ha pasado por la mente la idea de que esto va a perjudicar o dañar mi carrera para siempre. Pero no estoy alimentando esta idea en este momento, hay suficiente locura en el mundo, ¿sabes?

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