La historia de D’Otto se teje con hilos de pasión, determinación y una profunda conexión con la esencia del vino. Otto decidió llevar los sabores del mundo del vino a Veracruz y más allá. Inicialmente, la meta era vender exclusivamente en la región, pero la demanda creció rápidamente, y hoy en día, la selección D’Otto la encuentras en hoteles de lujo y restaurantes fine dining, además, representa con orgullo a 60 bodegas de diversas partes del globo.
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La dedicación a la excelencia se refleja en las 320 etiquetas que ofrece, cada una cuidadosamente seleccionada durante las incursiones anuales en las ferias más destacadas del mundo. Desde las ferias en Alemania y España hasta exhibiciones en Italia, Otto explora hasta 10 hectáreas de exposición con un frente máximo de 2 metros, inmerso en la vastedad de opciones que el mundo del vino ofrece.
La meticulosidad en la selección no termina en las ferias. Después de identificar las gemas entre las hectáreas de opciones, Otto se embarca en viajes específicos a las regiones productoras, desde Montalcino hasta Napa, y desde Burdeos hasta Borgoña. Aquí, observa de primera mano el arte de la elaboración del vino, asegurándose de que cada botella que lleva el sello de D’Otto sea una obra maestra en sí misma.
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La calidad de los productos de D’Otto va más allá de lo que está en la botella. D’Otto se enorgullece de representar exclusivamente a 60 bodegas, seleccionadas no solo por sus excepcionales vinos, sino también por la filosofía que comparten: el compromiso con la expresión auténtica del terroir. Otto enfatiza la importancia de los negocios con bodegas familiares y enólogos prestigiosos que están dedicados a capturar la esencia única de su región, desde el suelo hasta la elaboración.
Escena del vino en México
La pasión por el vino y la gastronomía de Otto, ha llevado a la marca a convertirse en un referente en la industria. Hace 14 años, cuando Otto comenzó a vender vino, el panorama del consumo vinícola en México era predominantemente tinto, representando el 93-94%, mientras que los blancos eran solo el 6%. Hoy, estos números han experimentado un cambio significativo, con los blancos ahora representando el 28% de sus ventas y los espumosos el 8%, mientras que los fortificados se sitúan en un 2%.
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Este cambio en las preferencias refleja una transformación más amplia en la cultura del vino en México. El vino ya no es simplemente un tema de estatus, sino una forma de vida que se integra de manera armoniosa con la gastronomía. La pandemia, aunque fue un desafío para todos, ha resultado ser un impulso positivo para la industria del vino. La gente ha comenzado a valorar más el placer de disfrutar un buen vino, compartir una comida en un lugar especial.
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