Entre las maravillas de la coctelería, el gin-tonic destaca por su fascinante historia. En este sentido, se suele citar a Winston Churchill cada que hay oportunidad: “El gin-tonic ha salvado más vidas y cabezas inglesas que todos los médicos del Imperio”. Nada menos. Pero tal sentencia no resulta desorbitada, pues en efecto dicha bebida surgió en un contexto medicinal e hizo la diferencia en una cruzada colonialista. Te contamos cómo fue que esto sucedió hoy que toca celebrar a tan icónico trago.
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En pocas palabras, puede decirse que el coctel que nos ocupa fue producto de las dinámicas coloniales. No es un secreto que las guerras emprendidas por los británicos en los siglos XVII y XVIII se vieron marcadas por las enfermedades tropicales transmitidas por mosquitos. Y fue justamente en las jornadas para anexionar territorios de la India que el gin-tonic surgió. El culpable: la malaria.
En 1840 civiles y soldados que residían en las Indias británicas empleaban 700 toneladas anuales de corteza en polvo de quinina, árbol que servía como antídoto contra la malaria y se importaba desde los territorios españoles de la América tropical (colonialismo everywhere). Como la quinina es amarga, había que domesticar su sabor. Se mezcló con agua y azúcar y nació la indian tonic water, un refresco medicinal que hizo posible que se consumaran las labores coloniales sin que tanto güero se siguiera muriendo.
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Pero el asunto no queda ahí. Algo faltaba. El piquete que tan felices nos vuelve. Así pues, nada mejor que alcohol para frenar la amargura de la quinina. Nada mejor que alcohol para envalentonar a los soldados. Y entonces la ginebra hizo lo suyo. Se sumó a la ecuación y ¡voilà! Las colonias se fortalecieron –hecho desafortunado, obviamente– y el mundo ganó una de sus bebidas más perdurables. ¿Pero por qué ginebra? Sencillo: puede destilarse con prácticamente cualquier grano, era más segura que el agua que entonces podía considerarse como potable y costaba 10 veces menos que la cerveza.
Fue así como se configuró este trago largo, vivo y ligero, el cual se popularizó cuando los soldados británicos volvieron a su tierra como héroes y propiciaron el consumo por imitación. Y de ahí hacia todas partes; es sabida la facilidad de los ingleses para difundir sus gustos e ideales. El valor del gin-tonic como bebida radica en que es una perfecta compañía para el aperitivo, siempre enriquece la sobremesa y triunfa como pocos por la noche. Su desarrollo, aunque tradicional y sencillo, sin duda ha influido en las concepciones culinarias hasta el día de hoy.
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Hace mucho que el agua tónica no lleva la cantidad de quinina original –por razones que no hace falta explicar–, aunque algunas opciones de alto vuelo están volviendo a los orígenes. Por su parte, la ginebra actual se encuentra muy lejos del mítico london gin original, un destilado seco sin edulcorantes con fuerte sabor a nebrina y aguardiente de cereal. Pese a lo anterior, el gin-tonic sigue siendo un trago emblemático que nos ha acompañado en las buenas y las malas con su frescura excepcional.
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