En los mercados, en el de Jamaica, en el de Cuijingo o el de la Merced —donde están sus puestos de birria y barbacoa favoritos— Ana Dolores encuentra muchos de los ingredientes y productos que dan vida a los menús, siempre ceñidos a la temporada, de Expendio de Maíz, donde empezó a trabajar hace menos de dos años.
“No tenemos menú”, dice Ana sobre su propuesta, “lo que queremos es darle un giro a aplicaciones cotidianas como las quesadillas, no sofisticarlas, porque no es la palabra, sino trabajarlas más”, tratarlas con la misma precisión, técnica y cuidado que a un plato de cocina francesa o de un fine dining, sin escalar en la pretensión.
Formada en escuelas como Aspic y bajo la tutela de maestros como Yuri de Gortari —especialista e investigador de la cocina mexicana—, Ana llegó a Expendio primero como comensal y luego como cocinera invitada. “Jesús me dijo que si quería cocinar los domingos, sólo los domingos”, recuerda Ana, una oferta que apareció mientras trabajaba en el restaurante Campobaja y que, paulatinamente, se convirtió en su proyecto de vida: “creo que me di cuenta de que era lo que quería, porque trabajé en un restaurante que tenía buen producto pero lo procesaban y le hacían mil cosas y terminaba siendo algo distinto”, agrega.
En Expendio, con tres fogones, un comal y una biblioteca de recetas que Ana ha recopilado —de sus experiencias, de su relación con ciertos productos o viajes— se fabrica un menú distinto todos los días, uno que tiene como punto vertebral el maíz y que responde a la temporalidad de productos, como los hongos, y que, en palabras de Ana, es la forma más responsable —porque se evitan desperdicios— de mantener a su mente de cocinera aguda
y creativa.
“Cuando empezó la pandemia yo estaba en Perú. Me quedé atrapada, estaba desesperada. Cuando llegué Expendio tenía un par de semanas cerrado, no nos estaba yendo bien porque nunca habíamos trabajado el formato para llevar. Empezamos a pensar en comida como tamales y cosas envueltas, que funcionaran para delivery. La verdad hicimos muchos tamales y nos fue muy bien. A veces hacía una olla y ya estaba vendida. No me quejo. Sobrevivimos. Todavía estamos sobreviviendo.”