El nivel de antojo que a veces manejamos mis roomies y yo nos ha llevado a descubrir lugares increíbles. En una de estas búsquedas fue que nos dimos cuenta que existía Amilado, una diminuta heladería sobre Paseo de la Reforma casi esquina con Varsovia, en la planta baja de uno de los famosos edificios de Mario Pani.
Pero hablemos de lo que me ha hecho volver cada semana desde que los conocí en febrero. Lo primero son sus sabores, nunca encontrarás los mismos ya que preparan tandas frescas diariamente con productos de temporada. Entre mayo y agosto por ejemplo, estuve a la caza del ácido y refrescante sorbete de ciruela —que cuando lo combiné con el helado de chocolate oscuro era como una variación de selva negra natural y refrescante—.
Dependiendo el día puedes encontrar sabores justo para lo que quieres, sorbetes como el de maracuyá y el de betabel con piña y hierbabuena son frescos y ligeros. Si es de esos días en los que quieres algo reconfortante el de vainilla es de lo mejores que he probado en la ciudad, el de Ferrero y el de matcha con chocolate blanco también harán su parte. Ahora si eres de los que les gustan los sabores más complejos usualmente puedes encontrar de hoja santa, yogurt con miel y albahaca con chocolate.
Si eres como yo y no puedes elegir un solo sabor, te ofrecen la opción de pedir mitad y mitad (para que no te sientas tan culpable). Esto abre un nuevo mundo de combinaciones y posibilidades, usualmente me voy por un sorbete con algo cremoso clásico —como vainilla y maracuyá— o sabores fuertes como cardamomo con yogurt y miel o albahaca y chocolate con café.
La artesanía y cuidado hace que los sabores usualmente sean balanceados y nunca me han resultado empalagosos y la textura cremosa de los helados a veces juega con elementos crujientes que le añaden a los sabores. Igual te dejan probar por si eres indeciso y tienen preparaciones más elaboradas (que yo la verdad nunca he probado) como affogato, croissants rellenos de helado y conos rellenos de Nutella.
