
La Central de Abasto es muy peligrosa. Y no por la supuesta delincuencia en la zona que, gracias a 500 cámaras de seguridad y policías omnipresentes en sus impresionantes 327 hectáreas, ha bajado mucho. Tampoco por el hecho de que es el lugar con el mayor número de transacciones en efectivo del mundo (9 mil millones de dólares al año). Es peligrosa por dos razones: porque necesitas tener reflejos de murciélago cola de ratón para evitar ser atropellado por uno de los famosos diableros y porque no vas a poder controlar tus antojos ante la variedad, frescura y bajísimos precios de los productos de sus puestos. Esto se acentúa especialmente si llegas a las 6 de la mañana, cuando hay menos gente y empiezan a abrir los locales.El peligro es encontrarte con que te llevaste media tonelada de tuna fresca y no sé cuantos productos más por que en ese momento te pareció pertinente. Sí, así tan irracional como el ligue en una noche de fiesta. Pero no es tu culpa. Desde tiempos antiguos, los habitantes de los grandes centros urbanos han sido incapaces de resistirse a los productos provenientes de provincias lejanas y exóticas.
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Pero pocos mercados han producido el encanto y la maravilla que los de la Ciudad de México. Desde hace 500 años Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo quedaron boquiabiertos con la riqueza y variedad de productos que encontraron en los mercados de Tenochtitlán-Tlatelolco la gran metrópolis imperial de Mesoamérica que ahora conocemos como Ciudad de México y que excedían por mucho lo que existía en la Europa de entonces. Cortés calculó que al mercado acudían arriba de 60 mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, mientras que Díaz del Castillo admitió que quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían cada género de mercaderías estaba por sí y tenían situados y señalados sus asientos.




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Pero mucho más importante que su enorme tamaño, que sus precios o que sus ruidos, la Central de Abasto es una comunidad que se reúne todos los días del año para ponernos en la palma de la mano la gran biodiversidad del país y que a su vez es un factor importante en la decisión de la UNESCO de declarar la gastronomía mexicana Patrimonio de la Humanidad. Pregúntale a cualquier marchante, taquero, diablero o camionero por qué la Central es tan especial, y la mayoría hablará de la gente, de sus vecinos de cada lado con quienes trabajan todos los días o bien, del sentido de camaradería entre los diableros. Como escribió Ralph Waldo Emerson: Toda persona se preocupa de que su vecino no lo defraude. Pero llega el día en que ella se cuida en no defraudar a su vecino. Es entonces que todo irá bien. Ha convertido su carreta de mercado en carroza del sol.