
Todos tenemos hábitos a la hora de terminarnos la comida que nos han servido. Probablemente, gran parte de este comportamiento proviene de nuestra infancia. A algunos nos enseñaron a limpiar el plato sin desperdiciar ni una miga, porque hay niños menos afortunados que pasan hambre en países lejanos. A otros nos inculcaron dejar siempre un poco de comida en el plato para no parecer cerdos o para indicar a la persona que cocinó que tenías más que suficiente para comer. Yo suelo dejar un bocado de comida en el plato porque es lo que veía hacer a mi padre. También recuerdo que no me dejaban comer postre hasta que no había limpiado completamente mi plato, así que… hay mensajes contradictorios por montones. Cada uno mira su último bocado de comida de forma diferente, pero en un restaurante no eres el único que mira tu plato al final de la comida. No es que nadie te esté juzgando, el personal sólo se preocupa de cómo le afectará lo que dejes.
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Un mesero ve un plato a medio comer y tiene que considerar la posibilidad de que la comida no estuviera buena. O puede que el cliente esté lleno y quiera que se lo guarden, lo que significa que le ha gustado. Pero si no lo quiere en caja, significa que no le ha gustado y se va a quejar. O quizá sí les gustó, pero no quieren llevárselo a casa. Un mesero ve un plato limpio y sabe al instante lo fácil que será apilar otros platos sucios encima. Un chef o cocinero puede ver un plato vacío y sentir satisfacción, pero un plato con comida que no se ha recogido puede hacerle entrar en una espiral vertiginosa de cuestionamiento de su autoestima. Todos estos no son más que pensamientos momentáneos que pasan por el córtex prefrontal de sus cerebros para ayudarles a tomar una decisión sobre cómo proceder. Después de eso, no vuelven a pensar en ello, así que quizá nosotros no necesitemos pensar tanto en ello.

Cuando era un joven e ingenuo mesero, solía decir a los clientes que habían limpiado su plato: Vaya, ni siquiera necesito mandar éste al lavavajillas. Pensaba que estaba siendo gracioso, pero ahora me mortifica pensar cuánta gente tuvo que oír eso. ¿Creían que estaba realmente impresionado o sabían que sólo intentaba ser simpático para aumentar mi propina? Espero que ninguno de ellos se sintiera avergonzado por mi llamada de atención.
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Cuando salgo a comer y algo no me gusta, recurro al método que desarrollé en cuarto de primaria de mover la comida en el plato para que parezca que he comido más de lo que he comido. Todo el mundo sabe que añadir distancia entre tres coles de Bruselas hace que parezca que había demasiadas para comérselas. La verdad es que soy un hombre hecho y derecho que no quiere que su mesero sepa que me cuesta acabarme las verduras. Sé que a él no le importa, así que ¿por qué a mí sí? Todo es performativo y si todavía hay gente que se piensa demasiado cuánta comida dejar en el plato o se siente demasiado llena por comérselo todo, simplemente come lo que quieras. Coge las sobras si te gusta, tíralas si no, y cómetelo todo si te encanta. Las únicas personas que se preocupan por el estado de tu plato sólo piensan en ello porque afecta a su trabajo. Aparte de eso, no les importa, así que a ti tampoco debería importarte.

Y me gustaría pedir disculpas a cualquiera de los clientes del restaurante Black-Eyed Pea de Houston, Texas, a los que elogié por limpiar tan a fondo sus platos. Tengan la seguridad de que esos platos fueron al lavavajillas.
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