Boris Izaguirre: “La arepa es un blini más primitivo, pero internacional” 

La presentación de La Ruta de la Arepa 2025 tuvo un maestro de ceremonias de excepción: Boris Izaguirre, escritor, presentador y figura entrañable para la televisión española. En el evento, Izaguirre no solo desplegó su habitual carisma, sino también un sincero tributo a sus raíces venezolanas y a la arepa, ese alimento humilde y sofisticado a la vez, convertido en símbolo de identidad y de encuentro. 

¿La arepa como protagonista de un campeonato en España? 

Cuando llegó en 1992, Boris jamás lo habría imaginado. Entonces, huía un poco de la arepa, aunque con su amiga Edith Salazar se atrevía a preparar algunas en casa. Los resultados no siempre eran los mejores —“a veces se nos caía la sal en la masa y quedaba incomible”—, pero aquellos intentos caseros tenían un valor especial: unir, acompañar y hacer comunidad en medio de la emigración

¿Qué hace a una arepa digna de premio?

Si algún día le tocara ser jurado, lo tendría claro: recuperar la arepa tradicional. Critica la moda de las versiones gigantes en Caracas y reivindica el tamaño íntimo de siempre, “la medida de las dos manos unidas formando un círculo”. Para él, la esencia de la arepa está en esa proporción perfecta.  



Identidad, memoria y universalidad 

La arepa, recuerda Izaguirre, está presente en toda Hispanoamérica, aunque los venezolanos la reclamen como suya. “La nuestra es más organizada, más elegante, más sofisticada que las pupusas o las colombianas”, afirma con su ironía habitual. Y subraya que el relleno es la clave de su grandeza: desde los sabores tradicionales hasta combinaciones inesperadas con pulpo, mejillones o incluso caviar. “La arepa es un blini más primitivo, pero también más internacional”. 

La clásica: entre tradición y elegancia

Para Boris, una arepa clásica puede llevar carne mechada, jamón cocido, pernil, tomate, queso guayanés y aguacate. Una combinación que califica de “elegantísima”, capaz incluso de aceptar un chorrito de aceite de oliva, aunque la tradición dicte mantequilla.  

¿Se ha ganado España la arepa? 

No todavía, admite, aunque cree que lo logrará. Sueña con que se convierta en un plato tan cotidiano como él mismo llegó a sentirse español. Eso sí, añade con humor: “Espero que los colombianos no se la apropien, aunque los queremos como hermanos”. 

Cocina personal y memoria afectiva 

Aunque cocina menos que en sus tiempos de MasterChef, Izaguirre mantiene el gusto por preparar platos venezolanos como hervidos o sancochos, guisos ricos en tubérculos tropicales difíciles de encontrar en España. Las arepas, en cambio, las evita por motivos de dieta: “La buena arepa es la que engorda”. 

Pero más allá de las recetas, lo que conserva intacto es el recuerdo emocional. Los desayunos de infancia con su madre, que los domingos no perdonaba su arepa, son para él un ritual que continúa con su padre y con Rubén, su pareja. “Abrirla, rellenarla, oler la mantequilla derritiéndose… ese ritual es maravilloso”. 

Entre Venezuela y España: dos mundos de sabores 

Además de la arepa, Boris confiesa su pasión por platos venezolanos como el chupe, el sancocho de pescado, el hervido de carne o la ensalada de gallina, que diferencia de la ensaladilla por su gallina auténtica y sus toques de manzana y espárrago. 

De España, en cambio, se queda con el flan y con la riqueza del pescado —lubina, rodaballo, rape, urta— que aprendió a disfrutar aquí tras superar el “miedo caribeño” a los animales del mar. Y dedica una mención especial a la fritura andaluza, que considera “un arte y la mejor del mundo”.