De mirada amable y sonrisa contagiosa, Vicente Torres es un ibicenco que se ha estacionado en la Ciudad de México desde hace algunos años. Galardonado con una estrella Michelin en el restaurante La Sucursal, en el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), en su formación ha colaborado con chefs como Jacques Maximin, Martín Berasategui y Alain Senderens, entre otros.
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Cuenta que cuando llegó a México a liderar el restaurante Oca, la adaptación fue difícil porque aunque ambos países comparten la lengua, en realidad culturalmente se hablan idiomas diferentes —y ni qué decir en los productos—. Con arrojo y personalidad enérgica, Vicente Torres ha sido merecedor de varias distinciones, entre ellos Mejor Chef Millesime 2011, Mejor Chef Dónde ir 2012, Premio Distinción Bohemia 2012, entre otras, y su actual restaurante Garum ha sido reconocido en la Guía México Gastronómico de Culinaria Mexicana. Es un hombre competitivo y perfeccionista, cualidades que lo han hecho un chef con una propuesta sofisticada y única, pues combina la técnica, el producto y, ¿por qué no?, la innovación tecnológica, para ofrecer platillos que bien podrían ser obras de arte.
El entusiasmo en su cocina se mantiene a flor de piel. Es un lujo verlo montar los platillos con la emoción de un niño, pero con el detalle de un relojero. Su exigencia se transmite con facilidad, y gracias a esta característica se ha convertido en excelente maestro, no solo dentro de su propia cocina sino en las aulas, pues no teme compartir todo lo que ha aprendido en su carrera.
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Vicente es un hombre para quien el éxito se trata de ser feliz y levantarse todos los días emocionado, sacar lo mejor de sí mismo. Es por ello que también se identifica con la cocina de producto, pues para él el respeto y la calidad son máximas impostergables, así como a través del conocimiento busca sacar la mejor expresión de cualquier ingrediente.
Para Vicente, Garum es “su sueño hecho restaurante” y pretende que con el tiempo sea un proyecto cada vez más entendido y respetado, sin dejar el aprendizaje en segundo plano.
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Vicente considera que más que los platillos, lo que deja una huella en la memoria del comensal es la situación en la que se disfruta: “Hace muchos años platiqué con un enólogo acerca del gusto y de los sabores conocidos: el salado, el dulce, el umami… él, al final de la plática me dijo: ‘el sabor más importante de todos es la amistad’. Eso es con lo que uno se queda al final”.
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