
Una mente inquieta, siempre en movimiento. Así es la chef Daniela Soto-Innes, alguien que no sólo transforma los espacios que habita, también contagia su calidez a quienes la rodean. Su hospitalidad va más allá de la mesa: se refleja en su equipo, en su cocina y en la forma en que concibe un restaurante como una experiencia viva.
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Rubra, su nuevo proyecto, es prueba de ello. Un espacio donde cada detalle responde a su visión y donde la música —que va de los clásicos de los 70 y 80, hasta propuestas contemporáneas—, es tan importante como el fuego en la cocina.
Ponte cómodo y escucha este soundtrack creado para conocerla.

“Come Together” (The Beatles)
Daniela Soto-Innes creció rodeada de harina, olores a pan recién horneado y la energía de una cocina siempre en movimiento. Su bisabuela, su abuela y su madre compartían una pasión por la comida que se convirtió en el eje de sus recuerdos de infancia. Su abuela, panadera de oficio, le enseñó desde pequeña a amasar, a entender los tiempos de la fermentación y a reconocer la magia de un buen pan.
A los 11 años su vida dio un giro cuando su familia se mudó a Estados Unidos. Este cambio marcó el inicio de un recorrido que la llevaría a trabajar en cocinas de distintas partes del mundo, desde Estados Unidos hasta Europa, y de regreso a México. En cada paso, su curiosidad la empujaba a ir más allá de la cocina.
Después de más de dos décadas en la industria, Daniela no sólo se ha dedicado a cocinar, su interés por la gastronomía va más allá de los platillos: le apasiona la arquitectura, la música que ambienta un restaurante, la psicología de quienes lo visitan y hasta los materiales con los que se diseñan los platos y los muebles. Para ella, un restaurante es un ecosistema completo que debe ser pensado y construido desde cero, con cada detalle en armonía.

La energía y la búsqueda constante de nuevos retos han sido parte de su vida desde siempre. Creció practicando natación, básquetbol y atletismo, disciplinas que le enseñaron el valor del trabajo en equipo. Su padre le repetía que debía rodearse de los mejores para aprender de ellos y, a su vez, compartir ese conocimiento con otros. Esa mentalidad la ha acompañado en su camino profesional: formar equipos sólidos y darles la oportunidad de crecer ha sido una de sus prioridades.
Para Daniela Soto-Innes, los retos son parte del juego y los riesgos no la asustan. Su camino en la gastronomía ha estado marcado por la convicción de que el esfuerzo constante es la clave para seguir avanzando. Y con 23 años de experiencia en restaurantes, sabe que aún le queda mucho por explorar.
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“El Jardin” (Hermanos Gutiérrez)
Más que un restaurante, Rubra es una inmersión sensorial. Para Daniela Soto-Innes, el espacio debía sentirse como una cueva, un refugio que te acoge y te desconecta del exterior. Desde el inicio, su visión fue clara: crear una oda a la mujer, donde la arquitectura fluyera con formas suaves y curvas, sin ángulos agresivos, permitiendo que la naturaleza lo abrace. “Las plantas se tienen que comer la arquitectura”, menciona, y en Rubra, ese principio se vuelve tangible.
El concepto arrancó con una idea simple: una terraza y un bar chingón. Pero un bar así necesitaba una cocina increíble, y de ahí surgió un espacio donde cada detalle fue diseñado desde cero. Desde los muebles hasta el jabón de los baños, todo fue pensado minuciosamente para construir una experiencia completa.

Parte de esa experiencia también está en los objetos que la rodean. La vajilla, las ollas, las esculturas y otros utensilios fueron creados especialmente para Rubra por diseñadores como Carlos Matos, Claire Lippman y Mauviel. Cada pieza aporta un sentido de autenticidad y cuidado, reflejando la dedicación de la chef por cada aspecto del restaurante.
La propuesta gastronómica se complementa con una selección de vinos curada por Andrea Hernández, una sommelier que, según Daniela, tiene un talento excepcional para elegir etiquetas fuera de lo convencional y crear maridajes inesperados. Y sí, aquí el ruido es bienvenido: la energía del lugar se siente viva, en sintonía con su filosofía de ser un espacio en constante evolución.
“Time” (Pink Floyd)
De acuerdo con la chef, la gastronomía mexicana está viviendo su mejor momento. La riqueza de ingredientes, técnicas y tradiciones ha conquistado al mundo, pero con ese reconocimiento también llega una gran responsabilidad.
Más allá de la creatividad en la cocina, ella cree que es esencial entender de dónde vienen los ingredientes, cómo se cultivan y de qué manera pueden usarse de forma sostenible. Factores como el cambio climático y la disponibilidad de recursos, especialmente el agua, hacen que los chefs de hoy tengan que asumir un rol más consciente y activo en la preservación de los productos y su origen.

Pero la evolución de la gastronomía no depende sólo de los ingredientes, sino también de las personas que la hacen posible. Para ella es clave mantener la disciplina dentro de los restaurantes y fomentar que las nuevas generaciones sigan interesadas en cocinar. Más allá de los premios y el reconocimiento, lo importante es construir espacios donde el aprendizaje y el respeto por el oficio sean prioridad.
El camino de la alta gastronomía en México sigue en transformación, buscando un equilibrio entre la sofisticación y la cercanía, entre la tradición y la innovación. Y en ese panorama, Daniela Soto-Innes tiene claro que su papel no es sólo cocinar, sino también contribuir con que la cocina mexicana siga creciendo con conciencia y pasión.
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“Something About Us” (Daft Punk)
Para Daniela, la música no es sólo un fondo sonoro en un restaurante, sino un elemento clave que moldea la experiencia de cada comensal. Al igual que la arquitectura, la cerámica y la psicología del espacio, el sonido influye en la atmósfera, en la conversación y en la manera en que se disfruta una cena.

Su conexión con la música va más allá del restaurante. Ya sea cocinando o diseñando un espacio, siempre hay una banda sonora en su día. Si tuviera que elegir un solo álbum, sería algo con historia: Pink Floyd o The Beatles: “siempre algo viejo”, dice. Últimamente, su playlist está dominada por Hermanos Gutiérrez, una banda cuya música la relaja y la acompaña.
Porque para ella, la música no es sólo sonido: es emoción, movimiento y una parte esencial de la experiencia gastronómica.
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