Dentro de una de las casonas más elegantes de la Roma y que alberga proyectos de bares, restaurantes y galerías de arte, entre árboles antiguos y fachadas Art déco, UMAI se revela como un oasis de serenidad y excelencia culinaria japonesa.
Su nombre (que significa “delicioso” en japonés) es una declaración precisa de lo que sucede cuando el respeto por la técnica se fusiona con ingredientes de altísima calidad, sensibilidad estética y una hospitalidad meticulosa y acogedora.
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Al cruzar su puerta (después de atravesar el patio de la casona decimonónica donde se ubica) el bullicio de la Roma parece desvanecerse. La ambientación responde a una filosofía de diseño minimalista, con maderas claras, líneas limpias y una iluminación cálida que parece suspendida en el tiempo. Cada elemento ha sido cuidadosamente elegido: los biombos shōji que dividen discretamente los espacios, las piedras oscuras que recuerdan los jardines zen y una barra de sushi donde el chef ejecuta su arte con precisión casi ritual.
Pero sobre todo, lo que asombra, es su jardín: repleto de árboles, bambúes y plantas decorativas que te hacen sentir como que acabas de encontrar un paraíso perdido y un oasis de tranquilidad en la ciudad.
No hay estridencia. En UMAI se viene a desconectar y a comer con todos los sentidos: a contemplar, oler, tocar y saborear. La música es sutil, la vajilla es de cerámica artesanal japonesa y los meseros caminan con una cadencia casi coreografiada. El resultado es una experiencia envolvente, íntima y profundamente estética.

Menú que combina elementos clásicos de la comida japonesa con contemporáneos
Para abrir el apetito, recomendamos comenzar con su tiradito de totoaba y yozu cuya simplicidad esconde una intensidad aromática que pone en sintonía el paladar con lo que vendrá. También son imperdibles sus almejas a la mantequilla, cuyo sabor y sutileza asombran. Otra excelente elección son sus selecciones nigiris, sashimis y temakis (que tienen desde salmón, chu-toro, o-toro, pulpo, rib-eye, anguila, hasta wagyu japonés A5 o king crab) que acompañan con ponzu y yuzu, lo que los vuelve una entrada fresca, cítrica y elegante que combina la untuosidad del pescado con la acidez perfecta.
Resaltan sus cortes en los sashimis, que parecen más que cortados, tallados, donde combinan frescura, textura y temperatura que se conjugan en un equilibrio que raya en la perfección.
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Para los fuertes, sin duda recomendamos uno de los platos que se ha vuelto viral y que visualmente asombra: su maki (o rollo) kanikama especial: un sushi que combina esparrago, camarón tempura, aderezo spicy casero y aguacate, con kanikama que es flameado en mesa dentro de un aluminio, para darle sabores ahumados y picantes únicos.
Seguir con sus gyosas de foie gras y wagyu o las de totoaba. Pero si hay un platillo que ha capturado la atención de los comensales fieles, es el donburi de rib-eye: arroz al vapor con láminas de carne japonesa que se deshacen en la boca, acompañado de yema curada, cebollín, shiso y un toque de wasabi fresco. Un lujo en cada bocado.
UMAI honra también el final de la comida con postres que combinan precisión y ligereza. Sugerimos su galleta de matcha, servida en un vaso old fashion, donde se combina la galleta con chocolate blanco líquido y se combina con helado de té verde, lo que lo hace una explosión de diferentes texturas y sabores.

Carta líquida: equilibrio entre sake, cócteles y etiquetas internacionales
La carta de vinos en UMAI ha sido curada con inteligencia: predominan los blancos y espumosos que armonizan con la sutileza del pescado crudo y los caldos japoneses. Hay etiquetas francesas, españolas y mexicanas.
En cuanto al sake, se ofrece una selección respetable de Junmai, Daiginjo y Nigori, con descripciones precisas y servicio impecable. Pero también destaca la coctelería de autor, con propuestas muy interesantes.
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Y, para quienes prefieren la sofisticación clásica, hay whisky japonés de casas como Hibiki, Suntory y Yamazaki, servido solo o en highball, como dicta la costumbre nipona.
Pero, más allá de la técnica, de los ingredientes o de su refinada atmósfera y jardín secreto, lo que hace a UMAI especial es su capacidad de ralentizar el tiempo. Comer aquí es entregarse a un ritual silencioso, a un diálogo entre cocinero, servicio y comensal donde no hacen falta palabras.
En una ciudad cada vez más acelerada, UMAI representa una pausa: un lugar donde la belleza y el sabor coexisten con armonía y donde cada bocado parece recordarnos que lo simple, cuando se hace con devoción, puede ser sublime.

UMAI
Colima 159, Roma Nte., Cuauhtémoc, 06700, CDMX.
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