Terracotta explora la  fusión mediterránea y pulso contemporáneo

Un restaurante que respira calma y sabor en el corazón del barrio de Salamanca, con una cocina que cuida el producto, cócteles pensados y un espacio que reconforta.

Un refugio sereno en plena calle Velázquez

Terracotta se esconde discretamente en el número 80 de Velázquez, pero basta cruzar su puerta para entrar en un universo de calma. Paredes de arcilla, techos de corcho, maderas claras y textiles naturales dibujan un entorno envolvente, de esos que bajan el ritmo sin pedir permiso. La terraza exterior, con capacidad para 18 comensales, funciona como un refugio vegetal entre el hormigón de la ciudad donde la elegancia se percibe en los detalles.

TERRAZA EXTERIOR TERRACOTTA

Mediterráneo,  sazón y equilibrio

La carta de Terracotta es breve, afinada, y cambia según la temporada. Aquí se practica una cocina mediterránea revisitada, que parte de la tradición pero la lleva a un terreno más ligero, contemporáneo y bien pensado. El chef no busca deslumbrar con técnicas complejas, sino realzar los sabores del producto con precisión y calma. Las croquetas de carabinero con velo ibérico y alioli de ajo negro son casi un emblema de la casa: intensas, melosas, limpias. Igual de redondo es el saam de papada ibérica glaseada con piña y hierbabuena, donde dulzor y grasa encuentran su punto justo.



Entre los entrantes, brillan platos ligeros pero sabrosos como el gazpacho de cereza con burrata, o el ceviche de lubina con leche de tigre, con ese equilibrio de acidez y frescura que pide el verano madrileño. También hay un brioche de chipirón jugoso y un tartar de atún con aguacate que conquista por su textura y por un aliño preciso.

Para quienes buscan platos más contundentes, destacan el tataki de vaca madurada con puré de tupinambo, las costillas glaseadas con barbacoa coreana y el arroz meloso con setas. Todo está ejecutado con buen gusto, sin estridencias, sin necesidad de justificar nada más allá del placer en boca.

Reinterpretando la sangría con una carta de Sangarees

En la barra, la propuesta líquida mantiene la misma filosofía: cuidar lo sencillo. Este verano destacan los sangarees, reinterpretaciones frescas de la sangría tradicional elaboradas junto a Libé Unique Cocktails. Son seis cócteles en copa baja que combinan bases vínicas con fruta macerada, licores especiados y hielo transparente.

Hay opciones con vino blanco, tinto o espumoso, como el Ananá con notas de coco y piña, el Roselle con hibisco o el Malus, con manzana y canela. También hay versiones sin alcohol igual de aromáticas. Son visuales, ligeros y redondos. Perfectos para abrir boca o acompañar cualquier plato de la carta. No hay jarras ni excesos: solo equilibrio y frescura en cada sorbo.

Detalles que construyen la experiencia

Detrás del interiorismo está Helena Cánovas, que ha concebido un espacio orgánico, con curvas suaves, lámparas de lino y estructuras que evocan cuevas naturales. Todo fluye con armonía: los tonos tierra, la iluminación tenue, la distribución pensada para conversar. El servicio acompaña en ese mismo tono: atento, sin agobios. La cocina sale a buen ritmo y el ambiente invita a quedarse un poco más.

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