
En un rincón cálido del vibrante barrio Getsemaní, frente al Parque Centenario de Cartagena, ha aparecido un restaurante que promete marcar una nueva ruta en la cocina del Caribe colombiano. Se trata de De Indias, la más reciente apuesta del chef bogotano José “El Chato” Barbosa, también conocido por su trabajo en Los Hijos de Sancho en Barranquilla.
Desde su apertura en diciembre de 2024, De Indias ha abrazado una propuesta culinaria fresca, festiva y profundamente arraigada en los sabores locales. La experiencia está pensada para compartir: platos al centro de la mesa que combinan técnicas contemporáneas con una narrativa gastronómica que honra las migraciones, los productos del territorio y los saberes de antaño.

Uno de los platos estrella —y quizás una declaración de intenciones— es una burrata apanada en panko y ahumada, que reposa sobre una berenjena lacada en mela de miso. La acompañan un puré de plátano maduro fermentado y quemado, otro de auyama, tomates cherry confitados, suero atoyabuey y un panal crujiente hecho a base de papa y yogur con mantequilla de ají amarillo. El comensal es invitado a romperlo todo, montar sabores en el pan y entregarse al caos delicioso del Caribe reinventado.
Otro bocado que resalta la inventiva del equipo es la versión de las empanadas de arroz con coco frito, rellenas de un salpicón de pescado y acompañadas con hummus de frijol cabecita negra, encurtido de papaya verde y dos salsas que simbolizan los mares que rodean al país: suero atoyabuey por el Caribe y ají de maní por el Pacífico. El resultado es tan visualmente atractivo como armónicamente potente.
También hay platos que rinden homenaje a clásicos locales como la posta cartagenera, aquí reinterpretada con una cocción al vacío de 48 horas, una salsa oscura y profunda a base de Coca-Cola, panela y barbecue, acompañada de puré de ñame con suero costeño, col china a la parrilla rellena de kimchi de espirulina y crocantes de ajo. La textura de la carne, intensamente melosa, revela técnica y paciencia.
De Indias no solo es cocina, sino relato. Cada plato parece contarte una historia, cada bocado es una conversación entre pasado y presente. Con apenas unos meses de vida, el restaurante ya se posiciona como una parada obligada para quienes buscan una experiencia que combine lo sensorial con lo cultural. Si esta es la promesa inicial, el futuro de De Indias es —sin duda— tan brillante como el sol que cae sobre las murallas de Cartagena.