En un bosque verde esmeralda que se adentra en el mar, donde huele a sal y a tierra húmeda y en el que el sonido de las olas se mezcla con el canto de las aves, las mujeres colombianas se afanan en recoger moluscos, al tiempo que son guardianas de un saber ancestral transmitido de generación en generación. Con sus manos curtidas por el agua salada y guiadas por un instinto que parece conectarlas directamente con la naturaleza, se afanan al amanecer, introduciéndose en el agua, en recolectar piangüas, unos pequeños moluscos que se esconden en la arena.
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La vida de las piangüeras no es fácil. La deforestación de los manglares, la contaminación y el cambio climático amenazan su medio de vida y ponen en peligro la supervivencia de un ecosistema único. A pesar de estos desafíos, y al igual que ocurre con las mariscadoras gallegas o de otros lugares del planeta, las piangüeras continúan luchando por preservar sus tradiciones y proteger el entorno, siendo un ejemplo de resiliencia y empoderamiento femenino. Su trabajo es fundamental para la conservación de los manglares y para la preservación de un patrimonio culinario único. Hay en torno a 11.000 piangüeras registradas y entre ellas conservan mas del 70% de los manglares colombianos.
Un marisco extraordinario
La piangua en Colombia es mucho más que un ingrediente: es un símbolo de identidad cultural, un sabor que evoca recuerdos de la infancia y que reconecta a los colombianos del Pacífico con sus raíces. En la gastronomía del Pacífico colombiano, la piangüa es protagonista de una gran variedad de platos, desde los más sencillos como un ceviche fresco y ligero, hasta los más elaborados como un encocado cremoso y lleno de sabor.
Cabe destacar que la pangüa es un molusco bivalvo de sabor delicado, ligeramente dulce, muy versátil, y que combina a la perfección con distintos alimentos.
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