Estas son las colecciones más preciadas de los chefs mexicanos

Seis chefs nos abrieron la puerta a sus colecciones más preciadas, un mundo de objetos variopintos, que abarcan lo mismo  libros de cocina que  teteras, filipinas y metates, en los que están depositados sus memorias y conocimiento.

En la era del orden ‘Marie Kondo’ las colecciones podrían parecer una anacronía, un acumulado, un espacio para los apegos. Eduardo Palazuelos, Mónica Patiño, Martha Ortiz y Carmen Ramírez Degollado (a.k.a ‘Titita’) nos muestran el valor y actualidad de este ejercicio, uno que trasciende las barreras de la nostalgia y traduce el significado del verbo coleccionar en un sinónimo de preservar —las tradiciones, la cultura, los rituales— y una forma de conservar y comunicar la historia.

Eduardo Palazuelos
Colección: libros de recetas

Foto: Juan Pablo Tavera

El chef Eduardo Palazuelos, del restaurante Zibu en Acapulco, se define como un devorador de libros. De ahí, que su biblioteca sea un espacio protagónico, un lugar al que recurre para leer, “cinco o seis ejemplares por semana”, trabajar, investigar y buscar inspiración para las creaciones de su restaurante.

La afición de Eduardo por los libros y el ejercicio de coleccionarlos comenzaron desde los 12 años. Su acervo es vasto e incluye lo mismo ejemplares de cocina indígena, finlandesa, africana que una edición del recetario de Leonardo Da Vinci. Las joyas de la corona, en sus palabras, son el recetario de su tatarabuelo, Narciso Bassols, aficionado de la cocina y un apasionado de hueso colorado de  las raíces mexicanas y El gran libro de la cocina mexicana de su madre Susana Palazuelos; el ejemplar con el que aprendió sus primeras lecciones en los fogones.

Los libros son “un gusto adquirido por parte de mi madre”, cuenta Palazuelos, “ella también los colecciona. Si los juntamos tenemos más de 3,500. De hecho, en un futuro me gustaría donarlos a una fundación que lleve nuestro nombre”, agrega el chef guerrerense.

Mónica Patiño
Colección: teteras

Foto: Juan Pablo Tavera

Un viaje al continente asiático marcó la vida de la chef Mónica Patiño, y la expedición que transformó su vida y que marcó el inicio de su afición por coleccionar teteras. “No es una colección absurda o de un apego incontrolable” dice Mónica, quien atribuye a estos objetos un significado ritual, más profundo: “la ceremonia del té que hacen en los monasterios budistas está relacionada con estar atento en todos los sentidos, una práctica que puedes aplicar a la vida. Si fuéramos más atentos en cosas tan simples como preparar un té, estaríamos más concentrados en el presente, más en comunión con nosotros mismos y con lo que sucede a nuestro alrededor. Una ceremonia del té sirve para despertar esa parte en ti”, explica.

En casa tiene teteras de diferentes orígenes y materiales: las hay del Tibet, de Myanmar y Japón;  de las más modernas hasta unas muy antiguas de fierro, cerámica y plata.  Algunas están grabadas con símbolos tibetanos y otras tantas son de una belleza minimalista. “Todo empieza desde el material de la tetera, pues el sabor influye si esta es de cristal, plata o de algún otro. No soy una experta, pero es un tema que me apasiona”, concluye.

Martha Ortiz
Colección: filipinas

Foto: Juan Pablo Tavera

Para Martha Ortiz, de los restaurantes Dulce Patria y Ella Canta, la cocina es una forma de comunicación, una disciplina que se cruza con otras, como el arte o el diseño y un espacio que también es propicio para la reafirmación y el empoderamiento femenino. “No quiero ser un hombre” afirma contundente, así que “al vestirme hago un ejercicio de mi propia libertad por eso me encanta diseñar mis filipinas” agrega.

Su apego a este principio —y su admiración por grandes diseñadores de moda como Alexander Mcqueen, Balenciaga y Stella McCartney— se traducen, hasta la fecha, en una colección de 40 filipinas (sin contar las que perdió, lamentablemente, a raíz de un robo). Entre ellas, destacan una de mezclilla y otra de algodón a rayas con un moño a las que Martha imprime siempre un toque de femineidad. Su pasión por las filipinas es tanta, que el próximo año quiere sacar su propia línea acompañada de diseños de joyería.

Carmen Ramírez Degollado, “Titita”
Colección: ollas

Foto: Juan Pablo Tavera

Gracias a la curiosidad de los clientes por la cocina mexicana Carmen Ramírez Degollado (conocida siempre como ‘Titita’) tuvo la idea de hacer exhibiciones con los utensilios de cocina tradicional mexicana que se usan en su restaurante El Bajío.  Así, una vez al año pide a sus amigos —artistas como el pintor Emilio Sánchez— que intervengan los utensilios para transformarlos en obras de arte, en objetos de colección.

“Los utensilios de cocina mexicana ahora son un boom pero hace 45 años no lo eran”, asegura Titita. “Cuido mi colección porque quiero conservar la cocina tradicional mexicana y además deseo hacer una exposición como la de un museo en alguno de mis restaurantes”, añade.

Todas sus ollas son de barro y pintadas a mano. No lleva la cuenta de cuantas tiene, pues posee cientos de ellas repartidas en sus 18 restaurantes. Lo que sí es un hecho, es que todas son nacionales y hechas por artistas 100% mexicanos. Una de sus consentidas es la que tiene grabada una frase de Neruda, que aunque Carmen ya no recuerda sus palabras exactas, esas letras ya borrosas en el barro, se quedarán guardadas para siempre en su corazón.