
Las cosquillas de estar en la cocina llegaron a Luis en la infancia, durante el tiempo que pasó con su familia paterna, de vocación repostera. Me ponían a hacer galletas, recuerda de aquel entonces, luego mis primos me pagaban para hacerles de comer y yo ganaba dinero para irme a jugar maquinitas.
Estudiar cocina fue sólo un paso lógico en su vida pero quedarse en México, antes del boom de la cocina nacionalista, no era una opción. Me dijeron que tenía que salir del país y prepararme fuera, dice este cocinero xalapeño. Entonces tomé la decisión de viajar y aprender técnicas y diferentes cocinas que me ayudaron a complementar lo que hago ahora, agrega. Un círculo que sólo sintió completo cuando volvió a su ciudad natal, para mirar con otros ojos los productos y las tradiciones veracruzanas.
El carácter inquieto de Luis, su sentido del humor y un amor por la cultura de su estado se conjugaron en El Cuarto Blanco, un proyecto que echa mano de productos criollos, que arrancó como un juego, como un divertimento, que creció de boca en boca. Así, El Cuarto Blanco propone un menú sujeto a la inventiva de su chef, con lo que Luis encuentra en el mercado, con sus marchantas, y con lo que compra a proveedores de confianza, como Buena Pesca, una combinación de la que se han desprendido platos como un ceviche de cochino un pescado con flores de saúco, capulín y durazno.
Nunca lo vi como un negocio, afirma Luis, hablé con mis socios y les dije que quería montar una cocinita. Como una especie de laboratorio. Yo tenía mucha inquietud de cocinar lo que yo sabía, lo que yo había aprendido, de explayarme en lo que en verdad quería hacer, dice Luis, convencido de que, cuando se trata de cocina veracruzana, todavía faltan mucho por explorar en el mapa.