
El mole es el ejemplo perfecto del mestizaje de sabores que vivimos durante la época del virreinato. En aquellos tiempos, las cocinas que marcaban la pauta eran la de los conventos. Puebla fue el corazón de creaciones y mezclas y específicamente el Convento de Santa Rosa de Lima, fue hogar de uno de los platillos más icónicos de la cocina mexicana: el mole poblano.Existen diferentes tipos de mole en la República Mexicana como es el caso de los 7 moles oaxaqueños pero el de Puebla es especial por su historia. Sus orígenes se remontan a la cocina prehispánica, cuando era una especie de pasta que se preparaba para rendir tributo a los dioses indígenas. El mulli devino (salsa) coincidió con el verbo moler, pues todo se molía en el metate y molcajete.
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Posteriormente, surgieron varias leyendas alrededor del mole poblano, pero la más famosa es la que asegura que el mole fue creado en el Convento de Santa Rosa en el año 1681 por Sor Andrea de la Asunción. Según cuentan en el convento, la monja creó el mole con inspiración divina. El aroma que surgió al prepararlo se esparció por el lugar y fue tan increíble que la madre superiora, rompió su voto de silencio al exclamar: “Hermana, ¡qué buen mole!”. Las demás monjas rieron y corrigieron a la madre diciendo: “se dice muele”.