
Los envases y materiales plásticos son versátiles, livianos, flexibles, resistentes a la humedad y económicos. Después de la Segunda Guerra Mundial, estas virtudes se popularizaron y terminaron en el vaso del café de la esquina, la charola de tus chilaquiles favoritos y la pajiita con la que mezclas tus bebidas, entre otros.
Como resultado del cambio global de productos reutilizables a envases de un solo uso, el mercado más importante para el plástico en la actualidad es embalaje y comprende el 42% de todo el plástico, según el estudio Plastic & Health: The Hidden Costs of a Plastic Planet, del Centro de Derecho Ambiental Internacional. De este porcentaje, el 51% se enfoca en comida, según el International Journal of Industrial Chemistry.
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La contaminación por plástico se puede dar en distintas etapas, pero en el caso del consumo humano, es decir, al momento de empacar o recibir los alimentos envueltos en plástico, es posible que las sustancias del empaque migren a la comida, dependiendo del material del empaque, pues la mayoría es permeable a aromas, gases y componentes menores (monómeros y aditivos) del plástico al alimento.
Las principales amenazas del uso de plásticos en el embalaje de alimentos son el uso de sustancias químicas como bisfenoles y sus derivados, sustancias utilizadas para aportar dureza a los envases, así como de los ftalatos derivados del ácido ftálico para proporcionarles flexibilidad.
Éstas son sustancias se conocen como disruptores endocrinos (DES), son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal y ocasionar severos daños a la salud, como la interferencia en la producción y liberación de hormonas, el metabolismo y la regulación en procesos de desarrollo.
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Los DES están en casi todos los materiales poliméricos y se pueden liberar por acción del calor provocando la migración de los contaminantes a los alimentos. Según el artículo Envases plásticos para alimentos y sus efectos sobre la salud, el bisfenol A puede alterar el ciclo hormonal femenino debido a que su estructura química se parece a la del estradiol, una de las principales hormonas femeninas.
Los bisfenoles y ftalatos pueden encontrarse en recipientes plásticos como envases, recubrimientos de latas para conservas, detergentes, bolsas esterilizadas, cosméticos, productos de higiene femenina, entre otras.
La regulación en CDMX
Como parte de las modificaciones que se hicieron a la Ley de Residuos Sólidos de la Ciudad de México en mayo de 2019, a partir del 1 de enero de 2021 se prohibió el uso de plásticos de un solo uso. Se trata de que cada vez seamos más conscientes y dejemos de usar plásticos desechables para no generar contaminación a la ciudad y al planeta, aseguró Andrée Lilian Guigue Pérez, directora General de Evaluación de Impacto y Regulación Ambiental (DGEIRA) en un comunicado.
Según la Sedema, “queda prohibida la comercialización, distribución y entrega de tenedores, cuchillos, cucharas, palitos mezcladores, platos, popotes o pajitas, bastoncillos para hisopos de algodón, globos y varillas para globos, vasos y sus tapas, charolas para transportar alimentos, así como aplicadores de tampones” fabricados exclusivamente para desecharse después de un solo uso, a menos que estén hechos de materiales compostables o biodegradables.
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Esto no significa que estos desechables vayan a desaparecer del supermercado, sin embargo, ahora deberán estar hechos de materiales compostables o biodegradables. Esta medida se integra a las tomadas el año pasado, cuando se retiraron las bolsas de plástico de las tienditas y supermercados, y se sustituyeron principalmente por bolsas de tela y, en menor medida, por algunas de plástico compostable o biodegradable.
Por su parte, Greenpeace ha indicado al respecto de esta nueva medida que si bien contribuye a disminuir el uso de plásticos, habrá que vigilar otros aspectos, tales como los aditivos que se ponen a los nuevos materiales para hacerlos biodegradables, la observación de los hábitos de consumo de la población, así como fomentar el uso de contenedores y bolsas reutilizables.