El conversatorio virtual “Cambios en la dieta por el futuro del planeta”, organizado por la Iniciativa Climática de México (ICM), se centró en la crucial relación entre nuestras elecciones alimentarias y su impacto en el medio ambiente. Este evento subrayó la importancia de la agroecología como una estrategia efectiva para disminuir la huella ambiental de nuestra alimentación y promover prácticas agrícolas sostenibles.
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La producción de alimentos es responsable de más del 26% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Este significativo porcentaje se debe a diversas prácticas agrícolas industriales que, aunque eficientes en términos de volumen, resultan perjudiciales para el medio ambiente. La utilización intensiva de energía, el uso de insumos químicos y la práctica de monocultivos contribuyen a la degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y el aumento de las emisiones de CO2 y metano, dos de los principales gases responsables del calentamiento global.
Lucio Usobiaga Hegewisch, fundador y director general de Arca Tierra, fue uno de los ponentes destacados en el conversatorio. Usobiaga es un ferviente defensor de la agroecología y la recuperación de técnicas agrícolas ancestrales. Su proyecto Arca Tierra se enfoca en prácticas agrícolas sostenibles y regenerativas que no solo conservan el medio ambiente, sino que también promueven el comercio justo y la producción de alimentos frescos y orgánicos.
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La agroecología, definida por Usobiaga como una forma de agricultura campesina, ofrece una alternativa viable y sostenible a la agroindustria convencional. Esta práctica agrícola se caracteriza por producir alimentos nutritivos y saludables mientras se cuida la tierra y a las personas que la cultivan. Al contrario, la agroindustria requiere grandes cantidades de energía y recursos, contribuyendo a la erosión del suelo y la pérdida de biodiversidad.
Mariana Díaz, líder del proyecto Contribución Determinada a Nivel Nacional desde la Sociedad Civil de ICM, destacó que el sector agroalimentario es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Díaz explicó que el CO2 y el metano, ambos derivados de prácticas agrícolas insostenibles, son los gases que más contribuyen al calentamiento global. La adopción de prácticas agroecológicas puede reducir significativamente estas emisiones.
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Un ejemplo notable de técnica agrícola ancestral es el uso de chinampas, que han sido recuperadas y adaptadas por proyectos como Arca Tierra. Estas islas flotantes de cultivo, utilizadas en Xochimilco, Tlalpan, Milpa Alta y comunidades de Puebla e Hidalgo, no solo son sostenibles sino también regenerativas para el suelo. Las chinampas representan una forma de agricultura que mitiga y, en algunos casos, revierte el cambio climático.
Usobiaga sugirió varias acciones prácticas que los consumidores pueden adoptar para apoyar la agroecología. Entre ellas se encuentran la compra de productos locales y orgánicos, la reducción del consumo de carne y productos lácteos, y la visita a mercados orgánicos. Estas prácticas no solo benefician al medio ambiente, sino que también apoyan a los agricultores locales que emplean técnicas sostenibles.
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Visitar mercados orgánicos es una forma efectiva de acceder a frutas y verduras de temporada cultivadas sin agroquímicos. Estos mercados suelen estar asociados con proyectos familiares que practican una agricultura más sostenible. Al comprar en estos mercados, los consumidores pueden contribuir directamente a la economía local y a la preservación del medio ambiente.
La agroecología no solo ofrece una solución sostenible para la producción de alimentos, sino que también juega un papel crucial en la mitigación del cambio climático. Al adoptar prácticas agrícolas que regeneran el suelo y reducen la dependencia de insumos químicos, es posible disminuir la huella de carbono de la producción alimentaria.
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El comercio justo es otro componente esencial de la agroecología. Asegurar que los agricultores reciban un precio justo por sus productos permite mantener prácticas sostenibles y mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales. Esto crea un ciclo positivo donde la sostenibilidad ambiental va de la mano con el bienestar económico de los agricultores.
Para que la agroecología se convierta en una práctica común, es vital aumentar la educación y la conciencia sobre sus beneficios. Los consumidores necesitan comprender cómo sus elecciones alimentarias impactan el medio ambiente y cómo pueden contribuir a un futuro más sostenible mediante la adopción de prácticas agroecológicas.
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Además de la acción individual, las políticas públicas juegan un papel crucial en la promoción de la agroecología. Es necesario implementar políticas que incentiven prácticas agrícolas sostenibles, ofrezcan apoyo a los pequeños agricultores y fomenten la investigación y la innovación en técnicas agroecológicas.
La agroecología no sólo beneficia al medio ambiente, sino que también tiene un impacto positivo en la salud humana. Los alimentos producidos de manera sostenible tienden a ser más nutritivos y menos contaminados con pesticidas y otros productos químicos, lo que contribuye a una dieta más saludable.
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Para garantizar un futuro sostenible, es esencial que tanto los consumidores como los productores adopten prácticas agroecológicas. Esto no solo ayudará a reducir la huella ambiental de la producción de alimentos, sino que también asegurará la salud del planeta y de las generaciones futuras
El conversatorio “Cambios en la dieta por el futuro del planeta” destacó la importancia de la agroecología como una alternativa viable y necesaria para reducir la huella ambiental de nuestra alimentación. A través de la recuperación de técnicas ancestrales, el apoyo a la agricultura local y sostenible, y la educación sobre los beneficios de la agroecología, podemos contribuir significativamente a la mitigación del cambio climático y a la creación de un sistema alimentario más justo y sostenible.
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