Los B-Sides de los destilados mexicanos
Atrás quedaron los días en que se prohibía beber bacanora en las cantinas de algunos poblados y ciudades de la República mexicana por su dudosa procedencia, esa época cuando el sotol era considerado una bebida de baja calidad y la charanda era descalificada por considerarse un aguardiente “corriente”. Tuvieron que pasar décadas, tuvimos que aprender […]
febrero 28, 2018
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Atrás quedaron los días en que se prohibía beber bacanora en las cantinas de algunos poblados y ciudades de la República mexicana por su dudosa procedencia, esa época cuando el sotol era considerado una bebida de baja calidad y la charanda era descalificada por considerarse un aguardiente “corriente”. Tuvieron que pasar décadas, tuvimos que aprender muchas lecciones como consumidores para entender que detrás de estos destilados no solo hay historias tangibles de la cultura mexicana sino también un universo gustativo por descubrir. Hoy en día son muchos los emprendedores que buscan dar a conocer los sabores e historias detrás de estas bebidas; familias que intentan posicionar las marcas con las que se han sustentado varias generaciones dentro de un mundo cada vez más competitivo.
Raicilla, sotol, bacanora, pox, tuxca, charanda, cada una de estas bebidas tiene una distinta localización geográfica, diferentes métodos de destilación (la mayoría artesanales) y provienen algunos del agave, de la caña o del maíz. Su existencia en nuestra memoria cultural data de cientos de años. El tuxca, por ejemplo, que es el menos conocido de esta lista, surge de uno de los procesos más antiguos y rústicos conocidos en el continente americano; viene de cuando se prohibió la manufactura del vino de coco (conocido hoy como tuba) que se realizaba con un destilador filipino introducido en México en el siglo xvi por la Nao de China. El proceso del tuxca es el mismo pero con agave en lugar de coco, lo que lo convierte en un mezcal. En la mayoría de los casos, la producción y comercialización de estos licores persistió estos cientos o decenas de años a nivel local con familias que siguieron las tradiciones, guardando celosamente los métodos de elaboración.
Entender estos productos como una nueva forma de beber, más natural y arriesgada, es el reto que nos toca como consumidores. “Hace cinco años muy pocos bebían mezcal en las grandes ciudades del país y hoy es uno de los destilados más consumidos a nivel nacional. Nosotros creemos que los mexicanos estamos entendiendo y aprendiendo a apreciarlos , por eso el esfuerzo de crear rones, ginebras, whiskys nacionales”, dice Eduardo Mestre, fundador junto con su hermano Julio de Pangea, una distribuidora e importadora que ha impulsado el consumo de mezcal y marcas independientes de espirituosos premium desde 2014. En tres años el cambio ha sido radical y con ejemplos como el de Pangea, que hoy tiene su marca de ron oaxaqueño (Valdeflores), o el de Licorería Limantour (el mejor bar de Latinoamérica por tres años consecutivos de acuerdo a la lista de The World’s 50 Best Bars), cuya más reciente carta incluye cocteles con varios de estos “otros” licores. Es que nuestra cultura espirituosa se enriquece con los sabores de nuestro pasado.
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