La relación de Salvador Dalí con la gastronomía comenzó desde antes de lo que podemos imaginar. El pintor, que alguna vez manifestó que “de pequeño deseaba ser chef”, con los años se volvió escéptico e insensible ante cualquier hecho o circunstancia, sea esto una obra de arte o un platillo creado por el más creativo y talentoso chef del mundo. Pero eso cambiaría a raíz de un encuentro con el chef Alexander Dumaine:
“Ve ese velo de niebla colgando a mitad de esa línea de álamos. Por encima de las copas de los árboles el cielo está despejado y las estrellas brillan. Al pie de los árboles se podían contar las hojas de los tréboles. Te pido que las admires porque es en esas noches en que la niebla flota a esta altura que puedo imaginar perfectamente el paté con corteza que estoy a punto de prepararte. Me senté en la mesa mirando el paisaje y mi deleite gastronómico fue supremo, sin ese pequeño discurso me lo hubiera tragado sin darme cuenta”.
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A raíz de ello nació la interpretación del mundo gastronómico a través del surrealismo de Dalí, o lo que también podemos denominar sus gastro-esthetics.
No es de sorprender que, tanto Dalí como Gala, gozaran de un círculo social amplio debido al papel determinante que ambos jugaron en el mapa artístico. Y ello se veía reflejado en las suntuosas, extravagantes y surrealistas cenas que celebraban, de las cuales Les Diners de Gala (1973) guarda fiel registro. Un libro que a la vez es objeto de deseo de los seguidores del pintor –que también ha sido considerado un genio de la época contemporánea–, pues contiene la interpretación que Dalí hizo de la gastronomía de sus tiempos, combinando fotografías con pinturas en donde se deja entrever la forma en que relacionaba aspectos como el canibalismo, la muerte y el sexo con la comida.
Pero más allá de ser una obra interesante para sus adeptos, se trata también de una pieza de suma relevancia para los amantes de la gastronomía, pues paralelo a las representaciones artísticas el libro es también un compilado de recetas cuya autoría se atribuye a reconocidos restaurantes parisinos como La Tour d’Argent, Lasserre y Maxim’s; además de otro chef que decidió quedar en el anonimato. Así, a lo largo de sus 12 capítulos, Dalí distribuye el viaje culinario entre entradas, platos exóticos, otros un tanto afrodisiacos (basta mirar el apartado intitulado “les je mange Gale”), secciones dedicadas a las aves, pescado y desde luego, los postres.
“Si usted es discípulo de uno de esos contadores de calorías que convierten los placeres de la mesa en una forma de castigo, cierre este libro en el acto: es demasiado vital, demasiado agresivo y demasiado impertinente para usted”, así Dalí inicia Les Diners de Gala, a manera de advertencia, de lo que es un recetario de cocina único en su forma y esencia, a través del cual logra su objetivo: el de transformar el arte de comer en éxtasis de placer.
Les Diners de Gala
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