La fiesta de La Tomatina se celebra en el pueblo de Buñol, muy cerca de Valencia, en España, desde 1945. Todo comenzó el último miércoles de agosto de ese año, cuando unos jóvenes ociosos presenciaban un desfile de gigantes y cabezudos en la Plaza del Pueblo, en el marco de las fiestas patronales de Buñol.
Según los testimonios, año con año la actividad de los gigantes era organizada por un grupo de jóvenes, con previa autorización del Ayuntamiento. Sin embargo, en 1945 dos grupos concursaron por la licitación, que implicaba un pequeño ingreso de apoyo para su realización, y como uno de ellos quedó fuera los ánimos se avivaron.
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El día del desfile uno de los jóvenes del grupo “perdedor” increpó a otro y forcejeó con él hasta tirarlo. Luego comenzó una trifulca entre todos los presentes y, para su fortuna, había un cajón con verduras a su paso. El pueblo se salió de control y todos comenzaron a lanzarse tomates y verduras hasta que el Ayuntamiento los detuvo y restableció el orden. Esta perturbación se inscribe en el contexto de la posguerra, durante la dictadura del general Francisco Franco, razón por la que esta pequeña discordia se tradujo paradójicamente en un sentimiento de diversión y libertad entre los jóvenes.
Al siguiente año, se canceló el acto de los gigantes y cabezones para evitar una pelea de nuevo, pero la hazaña de lanzar tomates se repitió nuevamente, como una travesura y una válvula de escape. Esta vez los participantes trajeron los tomates de sus huertas y sus casas. El resultado fue similar a la primera: detenciones, arrestos y la cancelación de la fiesta patronal.
Durante los primeros diez años de vida, La Tomatina fue un gesto entre los jóvenes para desafiar el orden establecido. No era una actividad apoyada por el Ayuntamiento ni por muchos de los habitantes de Buñol. De hecho, en 1956 se prohibió por decreto, pero al año siguiente los jóvenes organizaron una nueva actividad: “El entierro del tomate”, una parodia de la realidad, donde todos iban disfrazados de luto, llevaban cebollas y pañuelos para llorar por la muerte del tomate.
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El éxito de esta parodia fue tal, que generó vínculos de comunidad entre los habitantes del pueblo e hizo difícil la posición del Ayuntamiento. Después de muchas negociaciones, en 1959 se aprobó esta actividad bajo condiciones estrictas: sólo duraría una hora, se daría aviso explícitamente con fanfarrias tanto al principio como al final, y tanto los participantes como las autoridades se harían responsables de la limpieza de la calle, fachadas y lo que resulte afectado. Poco a poco la fiesta se fue estructurando y ahora en lugar de traer tomates de sus casas, el Ayuntamiento, los agricultores y los vecinos traían camiones cargados de tomates maduros para usarlos como proyectiles.
Fue en 1983, gracias a un reportaje del periodista español Javier Basilio, para el programa de televisión nacional “Informe Semanal”, de Radiotelevisión Española (RTVE), que la fiesta se dio a conocer de forma masiva. Luego vinieron coberturas de otros medios nacionales e internacionales hasta que en el 2002 se declaró a La Tomatina como Fiesta de Interés Turístico Internacional. Y en 2013, se convirtió en una fiesta de pago por evento, en la que se mantienen las mismas reglas primigenias en cuanto al horario y la limpieza, y se tuvo que limitar el acceso a 20,000 personas debido a la gran popularidad entre españoles y turistas extranjeros.
Esta celebración que normalmente se lleva a cabo el último miércoles de agosto se suspendió en la edición 2020 debido al Covid-19. Se calcula que se ocuparían 140,000 kilos de tomate y asistirían cerca de 22,000 personas, pero como se trata de una celebración donde hay mucho contacto físico, la alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, anunció que los festejos del 75 aniversario serían en 2021, como 75 +1. Las autoridades dicen que el tomate que se utiliza no es para consumo humano, por lo que no se debe considerar desperdicio de alimentos.
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