Son casi las 11 de la mañana. Un jardín privado con asientos de madera y toques de azul marino me invitan a dejar a un lado mi celular, algo que rara vez pasa. Estoy en Madre Café, donde la arquitectura porfiriana y el ambiente del lugar pesan mucho más que cualquier feed de Instagram. 

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Al leer en el menú platillos como huevos benedictinos con salmón curado en casa y arúgula y pan francés con guayaba y cardamomo, me cuesta trabajo decidir. Entonces llego a los chilaquiles verdes con chicharrón y me acuerdo del chicharrón en salsa verde que preparaba mi abuela. No hay duda, esa será mi elección… y claro, un latte para acompañar. 

Foto: Juan Pablo Tavera

Mientras llega mi comida, me fijo en lo que hay alrededor. ¿Cómo fue que lograron este espacio? Se trata de una casona que data de 1900, restaurada por el despacho Taller 905. No fue tarea fácil, ya que el inmueble es una zona protegida por el Gobierno Federal e independientemente de la titánica labor de restauración, la magia del espacio radica en un diseño que se apega al movimiento del Sol. Cada rincón fue pensado para evidenciar que Madre Café es para disfrutarlo de mañana, tarde y noche. 

La cocina —a cargo de Víctor Zárate— es abierta, así que sin levantarme de la silla me asomo para entretenerme con el movimiento de platos y los personajes que corren de un lado al otro. El sonido del plato que aterriza sobre mi lugar me obliga a voltear de nuevo a mi mesa. Frente a mi hay unos chilaquiles muy generosos, con rodajas de jalapeño, aguacate, queso, crema y trozos de chicharrón. Los pruebo y crujen. Están en su punto. 

Y luego, pruebo el café cremoso con olor a pan tostado y pregunto de dónde viene. Es de la Finca San Martín Cohuapan en Totutla, un municipio de Puebla. En Madre Café utilizan un blend de varietales que da como resultado una presencia melosa con acidez tenue.

Foto: Juan Pablo Tavera

Y este gusto por el café me lleva a curiosear acerca del resto de las bebidas que sirven en Madre Café. Resulta que el bar es una joya oculta dentro en la parte interna de la casona. El autor de la barra es Braulio Hernández —también mixólogo de Yellow Bird—, él es la mente maestra detrás de la carta de mixología de este sitio.

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Estoy feliz, con esos chilaquiles reconfortantes y ese café nada puede ir mal. Después de asomarme curiosamente por otros rincones de la casa me dirijo a la salida. Entonces me doy cuenta que me falta algo. Aquí uno la pasa tan bien, que hasta se le olvida el celular en la mesa.