Bogotá tiene el primer restaurante de Latam en el que se come a oscuras y es atendido por personas ciegas

Un cuarto oscuro, en el que el comensal nunca ve la comida y en donde la guía recae 100% en un grupo de meseros invidentes es el nuevo concepto de Grupo Seratta, con su restaurante ‘Sombras’ que abrió en el complejo Campo Dei Fiori, en el norte de Bogotá.

El lugar desafía todas las reglas de la gastronomía y abre el debate sobre la inclusión en una industria que hasta ahora había sido completamente visual. “En Colombia hay más de 4 millones de personas ciegas y el 87% está sin empleo. Quise crear un lugar donde ellos no solo trabajaran, sino donde fueran protagonistas. Y lo más hermoso es que al quitar la vista, los otros sentidos se despiertan con una fuerza impresionante.  Sombras es un proyecto que me emociona profundamente. Aquí no se improvisa nada. Todo está perfectamente ensayado, con un nivel de exigencia milimétrico”, explica Jairo Palacios, fundador, CEO, chef creativo del Grupo Seratta y el cerebro detrás de esta propuesta.

Visitar sombras es abrirse a una experiencia única. La visita inicia en una puerta que dirige a un cuarto oscuro. Mesas, sillas, platos, todo queda a la imaginación. El comensal es recibido por uno de los meseros, que en la experiencia son llamados ‘agentes’. Ellos son tres y se convierten literalmente en los ‘ojos’ de los visitantes. El reto es dejarse llevar y adaptarse a la oscuridad, en la que ellos se mueven a la perfección.



Los 90 minutos que dura la experiencia están diseñados como un laboratorio sensorial. Consiste en siete pasos de cocina de autor, inspirados en los cinco continentes, en los que se sirven platos en la oscuridad. Todos diseñados para ser comidos con las manos, debido a la ausencia de luz.

Antes de cada plato suena música curada para el espacio, y luego una voz describe cada plato y cómo comerlo. La misma voz desde el inicio ubica a los comensales espacialmente y les explica en dónde ubicarse para que todo permanezca sincronizado, como una sinfonía. “El la oscuridad el orden es luz”, se oye decir.

El proyecto contó con el respaldo del INCI (Instituto Nacional para Ciegos), pero su filosofía va más allá de lo institucional. Es un espacio con solo 12 puestos en el que cada comensal tiene asignada una de las persona del servicio que está atenta para ayudarle en lo que necesite. Lo anterior quiere decir que cada persona que hace parte del equipo del restaurante ha pasado más de seis meses entrenándose.

Al final los aplausos, además de la comida, se los llevan los ‘agentes’ a los que el comensal le confía su experiencia.

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