
La ciudad de Ayacucho es un destino destacado del turismo religioso en Perú, especialmente en Semana Santa.
Desde días previos a los días de Pascuas, se organizan misas, procesiones y celebraciones diversas que reavivan el fervor católico.
Y aunque son días de ayuno y devoción, los antojitos ayacuchanos también están a la orden del día. Entre estos están los conocidos “Dulces de Balay”.

Estos dulces –hechos de harina de maíz y trigo y a veces rellenos de mermelada de piña o manjar– son tradicionalmente ofrecidos en la plaza de armas de la ciudad andina.
En efecto, durante la Semana Santa se lucen en todo el esplendor de sus variedades y presentaciones. Entre estos están los “besitos”, las “bizcotelas”, las “yemas”, los “oquendos”, los “trujillanos”, los “suspiros” de diferentes colores, los “rosquetes de manteca”, los “bizcochuelos”, las “palomitas” y los “pastelitos”.

Así lo cuentan sus propias horneadoras a las que se las puede ver vendiéndolos en la pintoresca Plaza de Armas, vistiendo los tradicionales trajes de polleras huamanguinas. Ellas son mucho más que las artesanas de estos dulces hoy vendidos en pequeñas cajas que emulan los coloridos retablos de lugar (otro ícono cultural y religioso huamanguino). Ellas son las guardianas de las recetas que en muchos casos heredaron de sus propias familias.
Como Violeta Enciso Huilcca, que explica –en una entrevista realizada por el Gobierno Regional de Ayacucho– que los dulces de Balay llegaron a Ayacucho junto a los españoles, durante la época de la colonia. Otra vendedora, Jacinta Human de Alejos, conocida como la “Dama de las Manos Dulces” contaba –a sus 84 años, en 2019– en un video reportaje de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, que hacía 72 años vendía los dulces de Balay en la plaza de armas. Había heredado el oficio de su madre.

Y si llegaste a este punto, te estarás preguntando qué significa “balay”. De acuerdo al Diccionario histórico de la lengua española (que recopila palabras del período 1933-1936), se trata un variedad americana del español para nombrar a las cestas de mimbre o carrizo. “El balai para nosotros es algo como cesta o espuerta. Se hace, más bien se tege, de listas de carrizo verde, que reemplaza en Lima en todos sus usos, al mimbre de los españoles, así como la totora al junco o enea”, explico alguien en aquellos años, según recopiló la Real Academia Española.

Si acaso visita Ayacucho estos días, no dejes de pasar por los portales de la Plaza de Armas de Huamanga. Hay más de 20 diferentes “dulces de Balay” para degustar. ¿Te animas a probarlos?