Porqué deberías leer 'Kitchen Confidential' de Anthony Bourdain a tus hijos

Cuando el chef James Mark, ex chef de los restaurantes North y Big King de Providence, les dijo a sus padres que quería ser chef, su padre se sintió consternado. Habiendo crecido en el sector de la restauración, quería una vida diferente para su hijo. Le compró un ejemplar de Kitchen Confidential, del difunto Anthony Bourdain, para intentar disuadirlo (alerta de spoiler: le salió el tiro por la culata). Pero también le enseñó una lección importante, que Mark compartió con la exeditora de Food & Wine (USA), Chelsea Morse:

Anthony Bourdain, los libros para entender al storyteller

“Soy mitad chino, mitad polaco e irlandés. Mi familia tenía cuatro restaurantes en el barrio chino de Nueva York cuando yo era pequeño, e íbamos allí los fines de semana a comer dim sum. Pero no lo entendía bien. Era muy exigente con la comida. Tenía 10 años. ¡Quería hamburguesas! Me sentaban y me daban un tenedor y un plato de arroz glutinoso, que sabían que me gustaba.

Cuando cumplí 12 años, expresé mi interés en dedicarme al sector gastronómico. Mi padre odiaba los restaurantes porque de niño lo obligaban a trabajar en uno, y quería que yo fuera médico o abogado. Para alejarme de ese estilo de vida, me regaló un ejemplar de Kitchen Confidential, lo leí y me enamoré por completo; justo lo contrario de lo que mi padre quería.

Recuerdo haber leído la historia de Anthony Bourdain de niño en Francia, y cómo sus padres lo hicieron esperar en el coche porque no querían llevarlo a un restaurante elegante. Vi un paralelismo en mi propia vida: me di cuenta de que la gente a mi alrededor me ignoraba, me daba un tenedor y un plato de arroz glutinoso y me ignoraba el resto del día mientras ellos comían un montón de comida deliciosa. Mi familia me consideraba culturalmente retrógrado porque no apreciaba la comida de mi propia gente.

¿Cómo fue comer con Anthony Bourdain?

La primera vez que salimos a comer dim sum después de leer el libro, me senté y pedí unos palillos. Mi familia no estaba acostumbrada a que pidiera para mí, pero cuando empezaron a pasar los carritos de dim sum, empecé a señalar cosas. Escogí las cosas más raras, cosas que ni siquiera mi padre comía. Y al hacerlo, me di cuenta de que me encantaba mucho de esa comida y esos sabores, y que me había estado perdiendo todo ese tiempo. Cambió mi forma de ver la comida y consolidó lo que quería hacer con mi vida.”