
El tren bala se detiene y al cruzar la estación—con su inmenso arco de madera que parece abrazar el cielo—uno siente que ha llegado a un lugar distinto, por su ritmo pausado y por las calles empedradas que aún guardan los ecos de los samuráis. Es la atmósfera: densa, íntima, casi ceremoniosa. Aquí, todo parece tener un propósito, incluso el silencio.
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A unos pasos de ese umbral entre el pasado y el presente, se encuentra el Mitsui Garden Hotel Kanazawa, una joya discreta que casi logra robarle protagonismo a la ciudad y la refleja. Su arquitectura dialoga con la tradición, sin renunciar a la elegancia moderna. Madera cálida, líneas limpias, y la luz—suave que entra como susurro por los ventanales— hacen del espacio un santuario donde el viajero puede, al fin, reposar el alma.
En algún rincón del mapa japonés, alejada de los neones de Tokio y la nostalgia monumental de Kioto, Kanazawa espera en silencio. Y quien tiene la fortuna de escuchar, descubre que esta ciudad se vibra y se contempla”.- Deby Beard.

Kanazawa se revela en capas, como un pergamino que se desenrolla con lentitud. El distrito de Higashi Chaya, con sus casas de té de dos pisos y puertas de madera entreabiertas, huele a historia y a hojas de té recién tostado. Si uno camina lo suficiente y en silencio, puede imaginar los pasos suaves de una geisha deslizándose entre los tatamis, la risa tímida tras una cortina de papel, el leve tintinear de una taza de cerámica.
Y luego está Kenroku-en, considerado uno de los tres jardines más bellos de Japón. Aquí, el tiempo respira. Los árboles, podados con una precisión que roza lo espiritual, las linternas de piedra junto a los estanques, los puentes de madera roja, todo parece diseñado para invitar al asombro tranquilo.
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Volver al Mitsui Garden después de un paseo por Kenroku-en es como regresar a casa con el alma llena de poesía. Las habitaciones, algunas con vistas al castillo, otras al ritmo de la ciudad ofrecen contemplación. El baño japonés en la azotea, con su onsen cálido y vaporoso, regala un instante sagrado: el cuerpo flota, el corazón se aquieta, y uno escucha—por primera vez en días—su propia respiración.
El lujo de Kanazawa está en la discreción bien pensada. Lo mismo ocurre en el Mitsui Garden Hotel. El desayuno, servido con precisión casi ritual, mezcla ingredientes locales con toques modernos: arroz humeante, pescado delicadamente asado, encurtidos con el punto exacto de acidez. Aquí, comer es un acto de gratitud.

El personal acompaña. Cada saludo, cada inclinación, cada palabra medida refleja la hospitalidad japonesa en su forma más pura: esa que no necesita decir nada para que uno se sienta en casa.
Kanazawa seduce con suavidad. Y cuando uno la deja, siente que ha sido tocado por algo antiguo, bello y sereno. El Mitsui Garden Hotel no es sólo un lugar donde dormir. Es una extensión del alma de la ciudad: elegante, contenida, profundamente humana”.- Deby Beard.
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Y cuando el tren bala parte de nuevo, uno lleva consigo más que fotos o souvenirs: lleva la memoria de una ciudad que se deja conocer sólo a quien está dispuesto a detenerse y mirar.
En Kanazawa, la belleza se revela; y al hacerlo, nos enseña a mirar con el corazón abierto. A veces, basta una ciudad que respire en silencio para que recordemos quiénes somos cuando nadie nos apura. Y en un rincón tranquilo del Japón, entre jardines eternos y onsen tibios, aprendemos que el verdadero lujo es la calma.
Mitsui Garden Hotel Kanazawa
1-22 Kamitsutsumicho, Kanazawa, Ishikawa 920-0869, Japón.

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