Al otro lado del mundo, donde el cielo se deja acariciar por montañas azules y los lagos susurran como antiguos sabios, se encuentra Queenstown —ciudad de los extremos y de la calma, del vértigo y de la contemplación. Es un rincón del alma escondido entre los Alpes del Sur de Nueva Zelanda, donde los paisajes se sienten.
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Y junto a la orilla resplandeciente del Lago Wakatipu, tan sereno como un pensamiento profundo, emerge un refugio que parece nacido del mismo espíritu de la tierra: el Hilton Queenstown Resort & Spa. No se impone, no interrumpe. Se funde. Se enraíza. Respira.

Queenstown es una ciudad pequeña, pero su alma es inmensa. Está hecha de luz líquida, de cielos que parecen infinitos, de cumbres que se visten con niebla o nieve según el ánimo del viento. Aquí, el tiempo camina descalzo.
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Es la capital mundial de la aventura, sí. Se puede volar, saltar, correr, remar, escalar. Pero también es posible —y acaso se debe— detenerse. Mirar cómo los sauces peinan el agua, cómo las montañas se reflejan en el lago como si quisieran verse a sí mismas. Queenstown es donde la naturaleza deja de ser paisaje para convertirse en presencia viva.
Y en el corazón de ese esplendor, a orillas del lago, como si flotara sobre la quietud del agua, está el Hilton. Más que un hotel: una sinfonía de calma entre las montañas.

El Hilton Queenstown Resort & Spa no compite con la belleza que lo rodea: la acompaña. Construido con piedra local, madera noble y ventanales que enmarcan el cielo, parece una cabaña de lujo elevada al rango de templo natural.
Hay lugares donde se viaja para ver. Y hay otros donde se viaja para sentir. El Hilton Queenstown y la ciudad que lo acoge no necesitan anunciarse: te llaman en secreto”.
Desde sus habitaciones, el lago Wakatipu es una postal: es un espejo del alma. Las cortinas se corren y lo primero que entra es la luz suave de la mañana reflejándose en el agua, mientras las montañas se desperezan entre sombras violetas.
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Los interiores son cálidos, íntimos, como si cada habitación fuera un abrazo silencioso. Chimeneas de piedra, colores tierra, texturas que recuerdan la lana, el musgo, la lluvia. Aquí el lujo es profundidad.
Y cuando llega la tarde, y el sol se esconde tras los Remarkables —esas montañas que parecen dibujadas con pincel japonés—, el Hilton se transforma en un santuario del atardecer. Una copa de vino frente al lago, el crepitar del fuego, y el mundo deja de girar con prisa. Todo respira más lento. Más hondo.

Spa, Fuego y Agua: el alma del descanso
El eForea Spa es un templo dentro del templo. Allí, el cuerpo se olvida del peso de los días y el alma se deja flotar. Masajes con esencias nativas, baños de vapor que huelen a bosque, y un silencio que no es vacío, sino presencia. Como si el viento se arrodillara para meditar contigo.
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El restaurante, con su cocina contemporánea inspirada en productos locales, es otro acto de reverencia hacia la tierra. Cada plato es paisaje servido en porcelana. Trucha del lago, cordero de las llanuras, miel silvestre, lavanda… sabores que han crecido mirando estas montañas.
Y al final del día, cuando todo calla y la noche baja suave sobre el lago, sólo queda el murmullo de las aguas golpeando levemente la orilla, como si también ellas quisieran descansar junto a ti.

Un Refugio en el Fin del Mundo
El Hilton Queenstown es un lugar donde la tierra y el cielo se dan la mano, donde el cuerpo se reencuentra con el alma, donde cada huésped deja de ser visitante y se vuelve parte del paisaje. No se viene aquí a dormir: se viene a despertar.
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Queenstown y el Hilton no se olvidan. Se quedan, como esos sueños hermosos que uno no quiere contar para no perder la magia. Son un regreso al origen, al silencio, al asombro.
Y cuando llegas, comprendes que no era un viaje más. Era una cita con algo sagrado. Con la belleza. Con la calma. Contigo mismo. “Donde el Lago Susurra y la Montaña Escucha”.
Queenstown te ofrece un pedazo de eternidad envuelto en silencio, Aquí, incluso el viento parece saber que está soplando sobre un lugar sagrado, es un espejo del alma: lo que ves en su lago, lo llevas dentro.

Hilton Queenstown Resort & Spa
79 Peninsula Road, Kawarau Heights, Queenstown 9300, Nueva Zelanda.
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