
En Lucy (2014), la película de Luc Besson, se plantea que lo único que valida nuestra existencia en la vastedad del universo es el tiempo. Siete años se dicen fácil, pero en una ciudad como la CDMX, donde todo cambia a una velocidad atroz, siete años significan arraigo, adaptación y resistencia. Para Yeccan, ese tiempo se ha traducido en identidad: una cervecería artesanal que ha sabido sobrevivir a una pandemia, a los vaivenes del consumo y a una escena cada vez más competitiva, sin perder claridad sobre lo que quiere ser.
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La historia de Yeccan comienza mucho antes de su apertura en 2018. Para los hermanos Francisco, Octavio y Jesús Castellanos, la cerveza fue primero un ritual: reuniones semanales para probar cervezas independientes que, con el tiempo, se transformaron en sesiones de cocción y luego en una distribuidora que no prosperó como negocio, pero sí como confirmación de una vocación. Querían dedicarse de lleno a la chela, y lo hicieron desde una convicción profundamente local. No es casual que eligieran un nombre en náhuatl: Yeccan significa “buen lugar y buen momento”, una declaración de principios en un movimiento cervecero que, desde su origen, ha sido de barrio, de comunidad y de cercanía.
Si algo distingue a Yeccan dentro de la escena cervecera de la ciudad es que la gastronomía no ocupa un segundo plano. Es una de las pocas cervecerías donde no solo los barriles son protagonistas. Aquí, la cerveza manda, y a partir de ella se construye todo lo demás. Bajo la dirección del chef Carlos Galán Figueroa (Guzina Oaxaca), el menú está pensado íntegramente para maridar con las cervezas, ya sea desde el antojo más casual o una comida completa.
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Entre los clásicos de la casa están opciones ideales para picar, como el guacamole con chicharrón norteño, quesillo y chapulines, un platillo que resume bien el espíritu del lugar: directo, sabroso y sin pretensiones. La sección de la taquiza amplía el panorama con propuestas que juegan entre lo mexicano y lo creativo, desde las chaplupitas de cochinita, hasta preparaciones más elegantes —como ellos lo describen— como la bruschetta de chistorra envuelta en costra de queso y bañada en salsa romesco. Todo está pensado para acompañar la cerveza correcta, en el momento correcto.

Hoy, Yeccan elabora su cerveza en Valle de Bravo, con una propuesta que equilibra creatividad y rigor técnico. Francisco Castellanos lidera la parte conceptual de las recetas, mientras que Pablo Tortoriello se encarga de la ejecución técnica. La carta se compone de seis cervezas de línea, además de ediciones de temporada y cervezas invitadas —principalmente mexicanas—, sin dejar de lado algunas importadas que difícilmente se encuentran en otros espacios.
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Ese carácter lúdico se refleja también en la identidad visual de Yeccan. Los nombres de sus cervezas —Algo Bien, Nunca Antes Había Sido Tan Feliz, Animales de la Noche o Hecha en el Infierno— y los diseños de latas creados por Fur Lápiz refuerzan una personalidad clara, desenfadada y reconocible.
Si algo es Yeccan, es un espacio relajado. Un lugar donde se puede llegar solo por una cerveza para refrescar la tarde, organizar una reunión con amigos o planear una cena larga en la que todos la pasen bien, beban bien y coman mejor. Entre la cerveza artesanal, la cocina bien pensada, el ambiente y la presencia constante de arte de artistas emergentes, Yeccan confirma que el tiempo —ese que valida la existencia— también se construye alrededor de una mesa compartida.
@yeccan_cerveceria
Dirección: C. de Chiapas 208, Roma Nte., CDMX.
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