El Fino de Bodegas Poniente, una rareza que encarna la excelencia del Jerez

Con nueve años de crianza, más de 200 clones antiguos y una distribución exclusiva, el Fino de Alberto Orte es una rareza que encarna la excelencia del Jerez más auténtico. Una botella que no se encuentra, se merece.

Un fino para entendidos y pacientes

No es habitual encontrar un vino fino con esta profundidad. El Fino de Bodegas Poniente no busca el aplauso fácil: es dorado, desarrollado, seco, con esa complejidad que solo otorgan los años. Se elabora mediante un sistema de cuatro criaderas y una solera cuya media supera los nueve años, muy por encima de lo que suele encontrarse. En nariz, ofrece notas punzantes de almendra y flor seca; en boca, su sequedad y tensión hablan de tiempo y paciencia. Es un vino que no tiene prisa ni la necesita.

El resultado es un fino con carácter grande y noble, de esos que saben estar a la altura de cualquier mesa. Pellizca la nariz con sus aromas punzantes de frutos secos y yodo, y se crece junto a la gastronomía más sapida: jamón ibérico, mariscos, escabeches o una tortilla jugosa de camarones. Es un vino que corta la grasa, despierta el apetito y emociona.



Un viñedo como punto de partida en Jerez Superior

Alberto Orte cultiva más de 200 clones antiguos de Palomino Fino y Palomino de Jerez en el Pago de Añina, una de las zonas más reputadas del Marco de Jerez. Allí, en suelos de albariza blanca y bajo agricultura ecológica, el viñedo se convierte en un verdadero archivo de memoria vitícola. Esta diversidad genética permite capturar matices únicos, imposibles de replicar en ningún otro lugar del mundo.

La región de Jerez, con sus brisas atlánticas, sus inviernos suaves y veranos secos, es una de las más fascinantes del mapa vinícola. No solo por su historia o sus vinos generosos, sino por el modo en que el tiempo, el silencio y la crianza se convierten en ingredientes. Aquí, las botas reposan en oscuras bodegas que parecen catedrales, donde la penumbra, la humedad y el levísimo susurro del velo de flor dan lugar a vinos con alma.

La magia del velo de flor y la lista de los elegidos

Esa capa natural de levaduras que se forma sobre el vino durante su crianza biológica es el gran artífice de esta magia. El velo protege al vino del oxígeno, lo transforma lentamente y le confiere su carácter salino, punzante, etéreo. No hay tecnología capaz de imitar este proceso: es pura naturaleza, paciencia y saber hacer.

En Bodegas Poniente, esta crianza se lleva al extremo. Fundada por Alberto Orte en El Puerto de Santa María, la bodega trabaja con producción mínima y técnicas tradicionales. El Fino solo se distribuye a través de la exclusiva “Lista de Amigos”, una comunidad cerrada que da acceso inicial a seis botellas por saca. A partir del segundo año, el cupo se amplía con una caja mixta de VORS (Amontillado, Oloroso y Palo Cortado).