Rioja Vega se apunta a la recuperación de variedades con su Maturana Tinta

En tiempos de homogeneidad gustativa, Rioja Vega apuesta por el riesgo calculado: devolver protagonismo a una uva que casi llegó a desaparecer del viñedo riojano. El resultado es un monovarietal de Maturana Tinta, escaso, preciso y con una fuerte personalidad, que revaloriza el pasado con una mirada de lo más contemporánea.

La uva que casi desaparece por hacerse la difícil

La Maturana Tinta es una de las variedades más antiguas documentadas en Rioja, pero también una de las más desconocidas. Su arrinconamiento durante décadas se debió, como para otras variedades, a rendimientos bajos y al auge de otras variedades más predecibles en bodega. Sin embargo, su perfil aromático sorprendente y singular, su carácter descaradamente vegetal y balsámico, y su estructura natural la convierten hoy en una alternativa muy buscada para quienes quieren salir del circuito habitual de Tempranillo y Garnacha.

En campo, es una uva de racimos compactos y bayas pequeñas, con una piel oscura que da lugar a vinos de buena capa, notable acidez y un fondo mineral agradable. Exige manos expertas, pero una vez domada, se convierte en un vehículo perfecto para expresar terroir.



El proyecto de Rioja Vega

El Rioja Vega Maturana Tinta 2021 es una edición limitada que busca reflejar el carácter genuino de esta variedad. La vinificación respeta su identidad con una crianza cuidadosa en barrica francesa y americana, pensada para acompañar sin enmascarar. En nariz, ofrece fruta roja madura, toques de monte bajo, especias suaves y balsámicos finos. En boca se muestra firme, con taninos elegantes, buena tensión ácida y un final largo donde aparece su carácter mineral.

Este vino no es una rareza por capricho, sino un ejercicio de memoria vinícola y una declaración de intenciones. Rioja Vega demuestra que tradición e innovación no son opuestos, sino fuerzas complementarias cuando se aplican con criterio.

Vino de parcela

Maturana Tinta parece una anécdota enológica, un monovarietal que representa una corriente silenciosa pero firme en Rioja: la recuperación de variedades históricas con identidad propia. No nos engañemos, no es un vino fácil, pero para amantes de los tintos con carácter, verticalidad y cierta rusticidad controlada, este vino va a ser una golosina. Un Rioja que no quiere parecerse a ningún otro. No es un caso que Rioja Vega sea una de las pocas bodegas que puede usar el topónimo “Rioja” en su nombre, por su antigüedad es una bodega que escucha al tiempo. Fundada en 1882, respira con el pulso lento de la historia y la mirada abierta al porvenir. Sus viñedos, mecidos por el viento riojano, ofrecen uvas que nacen entre la calma y la intención, en una casa que honra el origen sin temer al cambio, donde la tradición no pesa, sino que guía. Un lugar donde cada añada encuentra su propia voz.