
Todos hemos caído en la trampa del rosado etéreo, tan claro que parece agua… y, por desgracia, también lo parece en boca. Este no. MiraGe 2024 está hecho para dejar marca porque tiene algo que atrapa. Puede que sea esa estructura elegante o su frescura sutil. O la textura envolvente. O simplemente ese punto de misterio que lo hace distinto. Lo cierto es que este nuevo vino de Edetària, elaborado con garnacha peluda de viñas viejas, sale del guión más habitual. Aquí hay tensión, salinidad y profundidad, aderezadas por aromas de fruta roja y hierba seca, boca especiada, mineral y un final limpio, largo, profundamente mediterráneo.
Nueva presentación en la Bodega Joaquín Rebolledo
El nombre, MiraGe, alude a los espejismos. Y tiene sentido. Es un vino que juega con lo que esperas y con lo que realmente encuentras. Parece ligero, pero tiene fondo. Parece amable, pero deja huella.
Edetària, la Terra Alta como punto de partida
Gandesa, donde nace este vino, es la capital de la Terra Alta, una comarca de viñas en altura, luz limpia y viento constante. Aquí, a más de 400 metros sobre el mar, la garnacha crece con nervio, equilibrio y un carácter que no se olvida. Los vinos de la Terra Alta tienen algo directo, auténtico, sin disfraz: fruta limpia, tensión en boca y una mineralidad que viene del suelo y del aire.

Detrás de este vino hay una historia de vuelta a casa. Joan Àngel Lliberia, el fundador de la bodega, creció entre viñas, pero se formó como ingeniero agrónomo y trabajó durante años fuera de su tierra. Hasta que decidió regresar a Terra Alta para recuperar el viñedo familiar. Lo hizo con la convicción de que la garnacha peluda —esa variedad algo olvidada— merecía un sitio en la mesa y en la memoria. Desde entonces, trabaja con el mismo espíritu con el que lo hacían su padre y su abuelo: con respeto, con coherencia, sin prisas.
Javier Arizcuren, arquitecto de las viñas, al frente de una bodega singular
4.000 botellas para quien busca algo distinto
Celebramos cada vez que un rosado se sale del guion. MiraGe no pretende deslumbrar ni seguir tendencias. No busca parecerse a nada. Solo estar bien hecho. Ser fiel a la tierra. Y acompañar un plato de verano como si llevara toda la vida haciéndolo, como una ensalada de tomates antiguos, un arroz con verduras o una cena ligera entre amigos. Porque cuando el vino está equilibrado, no hace falta decorarlo.

Son solo 4.000 botellas. Una pequeña producción con vocación de permanencia. No como moda, sino como una forma de entender el vino: con identidad, con tiempo y con respecto del paisaje.
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