El deleite de una obra de teatro de improvisación comestible

Mientras el chef Victor Lanz se prepara para el festín, los actores en el escenario dan la bienvenida a una noche fuera de la rutina y una cena inusual. El dinner show está a cargo de Improbando, una agrupación teatral que crea espectáculos alrededor de la improvisación, y los pasabocas están pensados para descubrir nuevas fusiones de la sal.

El gastro-bar Fantasma fue el escenario escogido para las tres presentaciones de la obra, que en cada fecha presentaba una nueva narrativa. Este rincón con espíritú bohemio, adornado por un piano en la esquina y que suele tener música en vivo, cedió su noche a la puesta en escena de ‘SAL’, la primera obra de teatro de improvisación comestible en Bogotá.

La charla entre los comensales fue interrumpida por la primera solicitud de la noche. Frente a nosotros, en la mesa, teníamos una tarjeta en la que debíamos relatar brevemente una anécdota memorable, por buena o mala, que nos hubiera ocurrido por salir de casa. Ese era el paso inicial de la experiencia sensorial y artística que prometía la compañía.

Una vez diligenciada, las tarjetas se mezclarían y servirían de inspiración para las cuatro historias de la velada. En el montaje participaron cinco artistas reconocidos del teatro en Colombia: Biassini, Alejandra Villeta, Víctor Tarazona, ‘Lucho’ Guzmán y Sandra Sánchez, en colaboración con la compañía Improbando. En paralelo, la propuesta culinaria estuvo a cargo del chef de Fantasma, quien utilizará ingredientes del portafolio de Refisal de Brinsa de  manera creativa e inesperada para acompañar la narrativa en escena.



“Identificamos que la rutina diaria puede llevarnos a la monotonía, afectando incluso la creatividad en la cocina. Por eso, queremos romper con esa monotonía y crear espacios que inspiren a las personas a reconectar con lo que originalmente los motivó a cocinar. Esta obra aborda ese tema a través del humor y la exploración creativa, donde la improvisación se convierte en el vehículo perfecto para descubrir nuevos sabores”, destacó Santiago Rivas, Vicepresidente de Consumo Masivo en Brinsa.

Cada actor se convertía en el director de su obra improvisada: mientras orquestaba la escena interpretada por sus compañeros debía replicar los platos que traería el chef a la mesa.

En total, fueron cuatro historias: la del amor en Uber, la del terror por una abuela encerrada viva en su cuarto, la del perro que habla y la del deporte extremo en tono de novela mexicana.

La propuesta del chef Victor Lanz consistía en pasabocas cargados de sabor, en los que el uso de la sal era el hilo conductor. Fueron tres bocados salados y un final más dulce.

La ronda inició con un brioche tostado con tartar de lomo de res, yema curada, chile dulce, tahine y sal michelada. Seguido por una tortilla de maíz con salmón curado, conlima confitada, crema montada, nori, hinojo y sal alta pureza.

El tercer momento fue una croqueta de lengua de ternera, gel de ciruela, encurtido y sal de parrilla. Para cerrar, un postre de tartaleta de chocolate al 70%, con pastelera de copoazú, caramelo salado y sal himalaya.

En este teatro improvisado, el sabor estaba bien calculado.

Vea también: Handshake Speakeasy sigue siendo el rey de los bares de Norteamérica