
El chef español, reconocido por su cocina de paisaje y sostenibilidad, ofreció una cena colaborativa en Lilōu dentro del recién inaugurado Presidente InterContinental Monterrey, donde su propuesta se acompañó de un maridaje excepcional de la Bodega Dehesa de los Canónigos.
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Un chef de paisaje: la mirada de Miguel Ángel de la Cruz
El chef español Miguel Ángel de la Cruz, al frente del restaurante La Botica de Matapozuelos (Estrella Michelin y Estrella Verde), regresó a México para una nueva colaboración culinaria. Aunque no es su primera visita —ha cocinado en Guadalajara, Nayarit, Playa del Carmen, Ciudad de México y ahora Monterrey— cada encuentro reafirma la conexión que encuentra entre ambas culturas.
“España y México coinciden en la pasión por sus productos y su patrimonio gastronómico”, comparte. Esa familiaridad, explica, es lo que más lo sorprende y lo inspira cada vez que regresa. A México le reconoce diversidad, sabor y la capacidad de maravillar: “Hoy probé un cangrejo de piel suave frito que me sirvieron en un taco… una delicia”.

A la hora de cocinar fuera de casa, el chef lleva consigo la esencia de su territorio: una cocina que surge del respeto al entorno, del trabajo con proveedores cercanos y del estudio del paisaje. “Tratamos de trasladar naturalidad, producto cercano, territorio”, explica. Ese enfoque nace de su historia personal: creció en un pequeño pueblo rodeado de bosques y naturaleza, donde la sostenibilidad no era un concepto, sino una forma de vivir.
En cuanto al creciente discurso global sobre sostenibilidad en la cocina, De la Cruz es directo: “Cada uno es libre de usar los términos como quiera. Yo sólo puedo responsabilizarme de lo que hago y de cómo educo a mis hijos”. Para él, la sostenibilidad implica más que ingredientes: incluye el manejo del campo, la eficiencia energética y el bienestar de los equipos. “Todo es sentido común”, concluye.
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Una cena que celebra colaboraciones en el nuevo Presidente InterContinental Monterrey
La conversación con el chef se dio en el marco de una cena especial en Lilōu, el restaurante de Marta Brockmann dentro del recientemente inaugurado Presidente InterContinental Monterrey. El hotel busca dar forma a una identidad culinaria propia a través de colaboraciones con cocineros de renombre; en esta ocasión, De la Cruz fue el invitado que inauguró esta serie de encuentros.
El menú comenzó con dos aperitivos que condensan su sello personal:
- Queso manchego con albahacas y gel de tomates,
- Buñuelo de liliáceas asadas, delicado y aromático.

Después, el chef presentó una esfera de ciruela rellena de foie gras, que antecedió a una coliflor ahumada y ajo fermentado; un plato que introduce capas de textura y profundidad. Le siguió un rabo de toro al vino tinto, cubierto con un velo de leche y hierbas y acompañado de una crema de almendras: un guiño a la tradición española reinterpretado con refinamiento técnico.
El cierre fue un postre de helado de higos secos con gel de vino y galletas crujientes, un gesto dulce, sobrio y fiel al paisaje castellano del que proviene la cocina del chef.
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La Milla de Oro del vino en la copa: el maridaje de Dehesa de los Canónigos
Los vinos de Dehesa de los Canónigos, una de las bodegas históricas de la Milla de Oro de la Ribera del Duero, acompañaron cada tiempo. Fundada en 1931 y parte de las bodegas que dieron forma a la denominación de origen, la casa vitivinícola ha sido reconocida como Mejor Bodega de España, y su historia estuvo presente a través de las palabras de sus representantes durante la velada.
Entre anécdotas sobre el monasterio de Santa María de Valbuena —hoy convertido en un lujoso hotel y spa— y la creciente conexión entre México y España, los voceros destacaron también la importancia cultural y enológica de la región. Para la cena se eligieron dos etiquetas: un crianza Dehesa de los Canónigos 2020, elaborado por la enóloga Belén Sanz, y Solideo, vino insignia de la familia, proveniente de viñas centenarias.
Ambas botellas encontraron afinidad natural con la cocina del chef, en especial con el rabo de toro que, según los representantes de la bodega, evocó la memoria de quienes han construido el legado vinícola familiar.
Entre territorio, producto y diálogo cultural, la cena en Lilōu sintetizó lo que define a la nueva escena gastronómica de Monterrey: colaboraciones que miran al mundo sin perder de vista el origen. En la cocina de Miguel Ángel de la Cruz y en los vinos de Ribera del Duero, la velada ofreció un encuentro de paisajes que se reconocen más cercanos de lo que parecen.

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